He leído en las redes sociales un artículo redactado con elegante prosa y reflexión política, publicado por el escritor Víctor Grimaldi Céspedes, en el cual interpreta una idea expresada por el dirigente peledeísta Ramón Ventura Camejo, inspirada en el libro Liderazgo Estratégico para Directivos, Directores y Dirigentes, del autor español Guillem Bou Bouzá. El texto sugiere que el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y la Fuerza del Pueblo (FP) deberían reencontrarse bajo la sombra tutelar del profesor Juan Bosch, como si la raíz común justificara la reunificación de las ramas. Es una visión literaria, quizás bien intencionada, pero estratégicamente equivocada.
El escritor Víctor Grimaldi refrenda la tesis de Ventura Camejo, que intenta situar el conflicto entre ambas organizaciones en el terreno “organizacional” y no ideológico. A partir de esa premisa, ambos concluyen en que el remedio estaría en reconstruir la coordinación, la sucesión y la autoridad compartida. Al envolver su narrativa en un ropaje de nostalgia bochista, lo que persigue en realidad es el propósito de diluir las identidades partidarias, confundir las militancias y frenar el crecimiento sostenido de la Fuerza del Pueblo y de su liderazgo nacional.
Ubicando cada cosa en su justo lugar, es preciso recordar que Leonel Fernández se formó en la escuela de pensamiento y conducta política de Juan Bosch; su compromiso con la ética pública, visión de Estado, y su comprensión de la política como instrumento del bien común proceden de esa fuente. Nadie puede discutir el origen y fidelidad al bochismo del actual líder de la Fuerza del Pueblo. En tal sentido, lo que sí debe entenderse es que la fidelidad a Bosch no implica subordinación orgánica al PLD, ni mucho menos aceptar el monopolio moral de quienes se arrogan su herencia. Y como, el discípulo verdadero no copia: crea. La creación política de Leonel Fernández, desde 2019, ha consistido en convertir ese legado ético en un proyecto plural, progresista y de alcance nacional, que trasciende los límites de la vieja estructura partidaria.
Muy inverso a lo que sugiere Ventura Camejo, y de la lectura que le da Grimaldi, la Fuerza del Pueblo no padece déficit organizativo ni se encuentra en etapa dispersa. Por el contrario, con el Congreso Nacional Ordinario Dr. Franklin Almeyda Rancier, que recién ha concluido la FP, fue sometido a un proceso de organización riguroso y disciplinario, con reglamentos específicos, lineamientos que adecuan su estructura al momento político actual, consolidan y fortalecen el partido, como un instrumento del pueblo para las presentes y futuras generaciones. En él se aprobaron reglamentos y reformas de la línea organizativa y electoral, así como, reforma estatutaria y reglamentos, evidenciando que el fortalecimiento institucional es hoy una prioridad verificable de la organización.
La Fuerza del Pueblo nació de un conflicto político concreto ocurrido el 6 de octubre de 2019, cuando se denunció un fraude monumental en las primarias del PLD. No nació de un arrebato ni de un romanticismo. De ahí que catorce días más tarde, el 20 de octubre, Leonel Fernández renunció a esa organización y encabezó un fresco proyecto político que fue reconocido jurídicamente por la Junta Central Electoral, mediante la Resolución núm. 36-2019, que aprobó el cambio de nombre del antiguo Partido de los Trabajadores Dominicanos (PTD) a Fuerza del Pueblo. No fue una ruptura emocional; fue una afirmación institucional y doctrinaria de independencia. Los hechos confirman esa solidez.
Desde la casilla con el número 18 la FP debutó en las elecciones de 2020, resultando como tercera fuerza nacional, y en 2024 desplazó al PLD, pasando al segundo lugar, alcanzando cerca del 29 % de los votos, frente al 57 % del oficialismo y apenas un 10% logró su antiguo partido. Las cifras son evidentes, las dos alas vuelan separadas, y una de ellas crecen de manera sostenida. Ese crecimiento no es fruto de la casualidad, sino del liderazgo solido del doctor Leonel Fernández, de su organización, disciplina y método, que son valores que la FP cultiva en todos sus niveles.
La experiencia de la alianza municipal de 2024 también desmiente el idealismo de esa “unidad romántica”. Aquella prueba, que debía servir para medir la madurez de la oposición, terminó repitiendo los viejos patrones del 6 de octubre de 2019, lealtad asimétrica, manipulación local y cálculos ventajistas. El resultado fue claro, la cooperación sin reglas produce desconfianza, y la desconfianza destruye toda posibilidad de construcción común.
La Fuerza del Pueblo ha vivido precisamente ese proceso de aprendizaje: convirtió el conflicto en crecimiento, la ruptura en oportunidad y la adversidad en organización. La ruta correcta no es el retorno sentimental, sino la consolidación institucional. Competir con identidad, cooperar solo donde la aritmética lo exija y mantener la transparencia de los padrones y de las alianzas son los pilares de una oposición responsable y moderna. El futuro no está en reconstituir el pasado, sino en perfeccionar el método, la disciplina y el programa que han permitido a la Fuerza del Pueblo convertirse en la alternativa real del país.
Pretender “reunir lo que nació de Bosch” es poesía útil para quienes temen al ascenso de una nueva mayoría ciudadana. La Fuerza del Pueblo no tiene que volver al punto de partida, tiene que seguir avanzando, con su diversidad, su ética, su disciplina y su proyecto de nación. A la nostalgia se le responde con método, organización y resultados. Más aún, la Fuerza del Pueblo es hoy un partido progresista y plural, abierto a diversas sensibilidades ideológicas. Por tanto, la Fuerza del Pueblo no renuncia al bochismo: lo eleva a un plano de pluralidad, disciplina y progreso, propio de una sociedad dominicana más diversa y globalizada.
Por José Peña Santana