Muy positiva la llegada al país el pasado jueves de la primera representación de alto nivel de Estados Unidos en Santo Domingo en cuatro años y celebrada cálidamente por la propia enviada, la honorable embajadora Leah Francis Campos, tan pronto pisó tierra dominicana; tratándose de una reafirmación más de que el presidente Donald Trump confiere particular importancia a estos nexos bilaterales, pues su designación fue uno de sus primeros actos de poder tras retornar a la Casa Blanca para un segundo mandato. Gesto de buena voluntad del más importante socio comercial de República Dominicana.
Es ostensible que por mutua conveniencia mucho procede a ambos Estados sostener estrechos y congruentes contactos aunque sus pesos específicos resulten muy diferentes y expresen intereses dispares a conciliar por la vía expedita de la diplomacia. Enhorabuena por esta oportunidad de debatir los asuntos pendientes con altura protocolar.
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Es este lado de la isla Hispaniola el origen territorial de una de las comunidades de raíces externas en Norteamérica de mayor crecimiento con muchos de sus primeros integrantes y descendientes fieles a su cultura y valores de su procedencia sin dejar por ello de ingresar a la binacionalidad adquiriendo la ciudadanía estadounidense.
A esa inevitable compenetración, y en el marco del trato con tendencia a lo justo que Washington depara a la dominicanidad, falta lograr para este vecino amigable un trato arancelario equitativo en el intercambio comercial que, aun sujeto a una carga moderada de un 10% para las mercancías que llegan desde RD, no se compadece con el agudo desequilibrio de la balanza comercial a favor de EE. UU.
Tremendamente deficitaria para este país y favorable a la contraparte con mucho más de US$ 6,000 millones anuales con el agravante de que sobre las exportaciones de zonas francas dominicanas, que incluyen voluminosas confecciones producidas en la frontera dominico-haitiana, recaen últimamente obligaciones impositivas adicionales en amenaza a un renglón clave de la economía de RD.
Adicionalmente, en este momento pende como espada de Damocles la supresión de una sustancial ayuda social para el extendido segmento de la nación dominicana (como componente de la colectividad latina) instalada al norte del río Bravo que separa al primer mundo del sur hemisférico de menor desarrollo. Los criollos de pobreza monetaria allí —dignos de protección— están a punto de quedar en la insolvencia total.
Corresponde al gobierno dominicano iniciar, con el debido dramatismo, gestiones a favor de los dominicanos de ultramar en condición de desposeídos con la persistencia de buenos oficios por la vía diplomática.