
Estados Unidos y México han dado inicio a los procesos de consultas públicas destinados a recoger comentarios, pruebas y propuestas de ciudadanos, empresas, organizaciones y especialistas, con miras a la primera revisión sexenal del TMEC —USMCA en inglés, CUSMA en la lengua de Canadá—, prevista en el propio acuerdo para julio de 2026. Se espera que en los próximos días Canadá siga la misma ruta.
Mucho puede ganar o perder República Dominicana en ese proceso, pues México y Canadá son competidores de gran peso para nuestro país en el mercado estadounidense.
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No debemos repetir la experiencia del DR-Cafta, cuando subimos al tren en el instante en que su silbato ya se desvanecía en la distancia y la crónica del viaje había comenzado sin nosotros. Como si olvidáramos que estos procesos —seamos o no parte formal de ellos— exigen una vigilancia constante, tan firme y despierta como la del guardián que custodia la llama donde se sostiene la vida de un pueblo.
Hay sectores en los que los cambios en las reglas de origen apenas tendrían repercusión para la economía dominicana, como el de los automóviles y sus partes; pero en otros —dispositivos médicos, textiles y productos agropecuarios— el impacto puede ser decisivo.
Si EE.UU. y sus socios en el TMEC endurecen esas reglas, podría producirse un reacomodo de cadenas de ganancia que hoy se canalizan por México y Canadá, lo que llevaría a empresas estadounidenses a buscar proveedores que cumplan con mayores requisitos de contenido regional. En principio, eso reforzaría la posición de México y Canadá; pero si los costos se elevan demasiado, algunas industrias podrían volver la mirada hacia países con preferencias en el DR-Cafta, como la República Dominicana, en rubros como textiles y calzados.
A la inversa, si Estados Unidos otorga nuevas ventajas a sus dos socios, nuestro país correría el riesgo de perder parte de la ventaja relativa en aquellos sectores donde compite directamente. Pero si el TMEC se torna más exigente, la balanza podría inclinarse a nuestro favor, fortaleciendo la competitividad que nos brinda el DR-Cafta en determinados bienes de exportación.
Particular atención merece un renglón donde la vigilancia debe ser extrema: las agro-exportaciones. Si, a cambio de concesiones en industrias de alta tecnología, México y Canadá logran arrancar a Washington un top trato para sus productos agrícolas, los exportadores dominicanos —y de los demás países del DR-Cafta— enfrentarían una competencia más dura en el mercado estadounidense. Todo esto nos obliga a no bajar la guardia y a reforzar nuestra presencia en Washington, para que la mano amiga de los aliados contribuya a evitar que un instante de descuido empuje al rezago las aspiraciones de nuestros exportadores y extinga, con un soplo adverso, la esperanza de seguir competiendo dignamente en el principal mercado del mundo.