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Leonel Fernández, tres veces presidente, encarna la figura del estadista que conoce las reglas del poder y las de la convivencia democrática. Su retorno no significaría una revancha política, sino un restablecimiento del equilibrio institucional que históricamente ha caracterizado los períodos de estabilidad en el país. Con su experiencia, Fernández puede ofrecer a Abinader algo que ningún otro actor político le garantiza: respeto, seguridad y reconocimiento fuera del poder.
La historia reciente muestra que los mayores peligros para un líder político no provienen de la oposición, sino de sus propias filas. Luis Abinader debe recordar las palabras de Leonel Fernández cuando fue traicionado por quienes él mismo llevó al poder: “los enemigos están adentro, los adversarios en la acera de enfrente”. En efecto, si una corriente interna del partido oficial continuara gobernando, lo primero que haría sería desplazar a Abinader de la presidencia partidaria y marginar su liderazgo.
En cambio, con un retorno de Leonel Fernández, Abinader conservaría la dignidad del poder y se fortalecería como líder de la oposición, con una base sólida de simpatías ciudadanas y una mayoría relativa en el Congreso que le permitiría incidir en las decisiones de Estado. Se configuraría así una suerte de co-gobernanza entre el gobierno de Fernández y una oposición encabezada por Abinader, equilibrando la política dominicana.
Este escenario, lejos de ser un retroceso, sería una expresión de madurez democrática. La alternancia pacífica, acompañada del respeto mutuo entre los actores políticos, refuerza la confianza institucional y evita las fracturas internas que suelen derivar en crisis de gobernabilidad. La experiencia comparada en América Latina demuestra que los sistemas políticos más estables son aquellos donde las transiciones de poder no implican persecución ni retaliación.
Además, el estilo político de Leonel Fernández —moderado, conciliador y con una visión de Estado— ofrece garantías a todos los sectores. A diferencia de otros liderazgos emergentes más radicales o impredecibles, Fernández ha demostrado que su prioridad es la estabilidad macroeconómica, la proyección internacional del país y la preservación del orden institucional. Para Luis Abinader, su retorno implicaría una transición segura y honorable.
La política no se reduce a la lucha por el poder, sino a la capacidad de prever los escenarios posteriores a su ejercicio. Un líder verdaderamente inteligente no solo piensa en cómo ganar, sino en cómo retirarse con legitimidad y sin riesgos. En ese sentido, Abinader debe considerar que su legado histórico puede consolidarse más desde la oposición constructiva que desde una prolongación desgastada en el poder.
El futuro político de la República Dominicana demanda acuerdos tácitos entre sus principales liderazgos. Si Leonel Fernández retorna al poder con legitimidad democrática, y Luis Abinader asume el rol de líder opositor responsable, el país ganará en gobernabilidad, equilibrio y confianza. Ningún proyecto político debe sostenerse en la exclusión o el miedo, sino en la certeza de que las instituciones están por encima de los hombres.
Finalmente, la grandeza de un estadista se mide por su capacidad de reconocer el momento de la alternancia. Luis Abinader tiene ante sí una oportunidad histórica: facilitar una transición ordenada, digna y segura, que garantice su protección política y consolide su liderazgo a largo plazo. Y en esa ecuación, el retorno de Leonel Fernández no es una amenaza, sino una oportunidad para fortalecer la democracia dominicana.
Por José Manuel Jerez
 
         
        