
A una hora y media de las playas, la bonche, la gente y —la bulla— de Punta Cana está Miches, un pueblo ubicado en el nororiente de República Dominicana.
Allí, en la falda de la cordillera oriental y pasando un palmar se esconde la bahía Costa Esmeralda. Aislado durante décadas por su geografía —entre el mar y las montañas—, Miches conserva playas vírgenes, manglares, y paisajes que combinan cuerpos de agua dulce y salada. Es una invitación a escuchar y contemplar.
Los deportes acuáticos son un plan ideal para hacer en Miches. Foto:Hilton
El silencio, la arena blanca —sin rastro de sargazo— y el bajo oleaje hacen de este destino un lugar ideal para quienes buscan desconectarse del ritmo frenético de las ciudades. En la piscina natural que se forma en la ensenada es posible practicar deportes acuáticos; incluso para los inexpertos, las condiciones son favorables. Una vuelta en kayak, un paseo en velero o poner a prueba el equilibrio con el paddle surf son algunas de las actividades disponibles. Los paquetes para estos deportes cuestan alrededor de 50 dólares.
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Y sí, parece difícil de creer que esa alga café y de mal olor no llegue hasta allí. “Al estar resguardado de las aguas abiertas del Atlántico, y como el viento sopla en dirección opuesta, no llega el sargazo”, explica Carlos Romero, del Ministerio de Turismo dominicano.
Pero quizá el atractivo más singular de Miches está tierra adentro y combina aventura y calma: se trata de Montaña Redonda, un mirador natural de 300 metros de altura que ofrece una panorámica de 360 grados. Desde la cima, a la que se llega en vehículos todo terreno o a pie, se contemplan la bahía de Samaná, las lagunas Redonda y Limón, y la franja turquesa de Costa Esmeralda.
Hay opciones de aventura en Montaña Redonda. Foto:Hilton
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En la parte más alta, además de una estructura de madera de tres niveles que permite contemplar la magnitud del paisaje en todas sus direcciones, se han instalado columpios al filo del abismo —suficiente para sentir adrenalina, sin peligro—, una bicicleta aérea sobre cables y hamacas que convierten el paisaje en una postal. La entrada al mirador cuesta unos 2 dólares, y el transporte, entre 7 y 15 dólares.
La vista desde Montaña Redonda. Foto:Hilton
Según Romero, Miches —cuyo nombre original era El Jovero— sigue siendo un pueblo agrícola, donde el arroz y el cacao son parte esencial de la economía. Esa tradición hoy también se abre al turismo: recorridos por plantaciones y talleres sobre el proceso del cacao hacen parte de la descuento. Además, se pueden realizar cabalgatas por la playa, recorrer el malecón del pueblo, visitar la cascada Salto de La Jalda o explorar las lagunas que se aprecian desde el mirador (Redonda y Limón).
La experiencia no estaría completa sin probar la cocina dominicana. En la mesa aparecen platos como el sancocho —un guiso espeso de carnes y tubérculos—, el mangú de plátano acompañado con cebolla roja salteada, o el moro, mezcla de arroz y habichuelas que nunca falta en los hogares. Por supuesto, el ceviche y los pescados también ocupan un lugar importante en este sentido.
La bahía playa costa esmeralda es un fresco destino en República Dominicana. Foto:Hilton
Y, para completar, nada más dominicano que un ron. Esta bebida, con notas que evocan madera, café o vainilla, es un símbolo de la historia y la identidad del país. Su origen está ligado a la caña de azúcar, cultivo que marcó profundamente a la República Dominicana desde la colonia, cuando la esclavitud fue la base de su producción.
Hoy, la caña sigue siendo fundamental, pero el ron se ha transformado en un producto de orgullo nacional, elaborado con técnicas modernas que aprovechan el jugo o la melaza de la caña. “De hecho, empresas dominicanas son referentes mundiales en procesos de destilación y envejecimiento en barricas de roble”, explica Romero.
Una opción de lujo
Las instalaciones de Zemi Miches Punta All Inclusive Resort de Hilton. Foto:Hilton
Entre los cinco hoteles de lujo que se han inaugurado en la zona en los últimos años destaca el Zemi Miches Punta Cana All-Inclusive Resort, abierto al público el 30 de junio en la costa de Playa Esmeralda. Este complejo, con 500 suites y bungalows, apuesta por un lujo contemporáneo inspirado en las raíces y tradiciones de la cultura dominicana.
El nombre ‘Zemi’ hace referencia a las figuras sagradas de los indígenas taínos, y esa inspiración se refleja en cada espacio: techos altos que evocan los bohíos ancestrales, el uso de materiales naturales —como madera, piedra coralina y fibras vegetales— y piezas de artesanía local que conectan a los huéspedes con la tradición.
El diseño del Lobby se inspira en la cultura taína. Foto:Hilton
Solo el lobby evoca la travesía de los pueblos arawak, que surcaron el mar en canoas y avanzaron por la costa hasta llegar a Trinidad, donde dieron origen a la cultura taína. “Queremos rescatar esa esencia que durante años quedó relegada en los bufés internacionales de los famosos ‘todo incluido’, pues siempre se optó por complacer a los clientes de Estados Unidos o Europa, y se olvidó que el país tiene mucho que ofrecer”, afirma Manuela Fahringer, gerente general del hotel.
La gastronomía es uno de los pilares de Zemi, con 14 restaurantes y bares que recorren sabores de distintas latitudes. Desde Toa, con cocina caribeña, hasta opciones de fusión como Boba, inspirado en la comida callejera tailandesa. La descuento de experiencias es igualmente amplia. Se destacan talleres de cocina y mixología, espectáculos en vivo, gym con clases de pilates, piscinas, catas de café, ron, entre otras actividades en 800 metros de playa.
“Este es un lugar que refleja lo que es República Dominicana y lo que había quedado en un rincón: la cultura, la tradición y la autenticidad de un país que tiene mucho más que mostrar que el clásico arroz con habichuela”, concluye Fahringer.
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Paula Valentina Rodríguez
Redacción EL TIEMPO