
El Premio al Emigrante Dominicano reconoce a la diáspora en su esencia vital: su contribución a la sociedad donde ha desarrollado su potencial lejos del país que la vio nacer. No se trata solo de un galardón, es también un gesto simbólico que tiende un puente entre los dominicanos del exterior y sus raíces. Es una manera de decirles que no están olvidados, que su esfuerzo y su ejemplo forman parte de la identidad que seguimos construyendo juntos.
En esta edición, el reconocimiento recayó en Augusto Taveras, un dominicano cuya vida resume el beneficio del trabajo, la perseverancia y la buena ciudadanía. Su trayectoria honra lo el más duro de quienes, desde el extranjero, elevan el nombre de la República Dominicana con su dedicación y su decencia.
Los emigrantes son también embajadores silenciosos. Con su comportamiento y su capacidad de adaptación, proyectan una imagen de país laborioso y digno. Representan la cara más humana de la globalización: la de quienes parten, pero no se van del todo.
El premio a Augusto Taveras es, por tanto, un reconocimiento colectivo. A través de él, se agradece a cada dominicano que, con su esfuerzo cotidiano, sigue tendiendo lazos entre su tierra y el mundo.