Las palabras son espasmos. Esta historia está incrustada en el dolor. Las mujeres escogen con cuidado cómo describir que creen que fueron drogadas sin su consentimiento para acelerar el nacimiento de sus hijos, que aguantaron retorcidas durante horas las contracciones, que suplicaron por una cesárea que no llegó, que algunas dieron a luz a bebés que estaban sanos y nacieron sin vida, también que el parto las llevó a cuidados intensivos, que llevan años tratando de sanar. El ginecobstetra Jesús Luján está denunciado penalmente por cuatro mujeres, y otras 30 forman parte de un colectivo en el que acusan al especialista de malas prácticas y negligencia. Su clÃnica, Pronatal, está cancelada por la FiscalÃa de Ciudad de México por âindicios que revelan la posible comisión de un delitoâ. Luján rechaza estas acusaciones, dice sentirse incrédulo por la âcampaña de difamaciónâ y mantiene que no ha habido errores en sus casi tres décadas de carrera como uno de los ginecólogos más solicitados de México. EL PAÃS recorre con los testimonios de ocho mujeres, Luján, parteras, médicos y abogados el caso que ha sacudido la poderosa industria ginecológica, en un paÃs donde la violencia obstétrica es el engranaje y el sistema.
Ixchel Cisneros cree que fue la primera. Era julio de 2006. La reportera era joven, iba a tener a su primer hijo, Carlo, y buscaba que fuera de manera natural. La Organización Mundial de la Salud recomienda que los nacimientos por cesárea no superen el 15%, en México son del 52%. El paÃs es el tercero de la OCDE con mayor número de estas intervenciones, la mayorÃa programadas e innecesarias. La periodista querÃa salirse de la estadÃstica. En un curso de psicoprofilaxis le recomendaron a Luján porque él sà preparaba lo que llaman âparto humanizadoâ. Después de un dÃa con una contracción constante, Ixchel llegó con nueve centÃmetros de dilatación al hospital Santa Teresa de Ciudad de México. La periodista entró a una sala color rosa pastel, que tenÃa una gran bañera. Nunca fue monitoreada, tampoco su bebé. Nadie supo que Carlo llevaba más de un dÃa con sufrimiento fetal.
Cisneros cuenta que los padres de Luján habÃan tenido un accidente en Sonora ese mismo dÃa y el doctor tenÃa prisa. âMe reventó la fuente, el parto se aceleró. Cuando sacaron a Carlo, recuerdo que estaba como desguazado, sin vida, totalmente morado y no reaccionabaâ, relata. El neonatólogo se llevó rápido al bebé. La reportera salió de la bañera. âEn ese momento Luján se fue, con mi hijo al lado, sin saber si estaba vivo o muertoâ. Carlo estuvo cinco dÃas en cuidados intensivos y sobrevivió. Se quedaron con una gran deuda con el hospital, que saldaron con la ayuda de su familia. La periodista dejó la consulta de Luján tres años después cuando este le diagnosticó sin pruebas un ovario poliquÃstico que no tenÃa. Ya no regresó más. Tampoco se atrevió a tener a su segundo hijo por parto natural.
México es el sexto paÃs de la OCDE donde más mujeres mueren al dar a luz, 59 de cada 100.000, seis veces más que la media de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Muchas a consecuencia de malas prácticas. La violencia obstétrica no está legislada como un delito en el paÃs, pero sà existe la Norma Oficial Mexicana NOM-007-SSA2-2016, que fue creada para que el personal de salud garantice un trato digno durante el embarazo y el parto. Desde que se aprobó en el 2016 hasta el 2021, más de 2,5 millones de mujeres fueron insultadas, amenazadas, humilladas, les hicieron un tratamiento médico sin su autorización, no recibieron atención oportuna, se abusó en su medicación o sufrieron un trato deshumanizado. Según los datos del Instituto Nacional de EstadÃstica y GeografÃa (INEGI), el 31,4% de las mexicanas ha sufrido violencia obstétrica.
Dos dÃas de enero
En dos dÃas seguidos de enero de 2009, dos mujeres dieron a luz supervisadas por Jesús Luján. Los dos bebés murieron. Andrea Borbolla, maestra de yoga, llegó recomendada al ginecólogo en su primer embarazo. Su experiencia se torció en la semana 16. âSentÃa muy poco movimiento fetal, la panza muy duraâ, relata, âél no parecÃa muy preocupado porque decÃa que yo era una mujer muy sanaâ. La hija de Andrea, Micaela, nació el 19 de enero con el sÃndrome de Edwards, una enfermedad mortal. TenÃa los pulmones sin desarrollar y le tuvieron que hacer una operación a corazón abierto. âAhà comenzó la pesadillaâ, en una sala de maternidad, también del hospital Santa Teresa, que Andrea recuerda llena de globos y bombones para otras: âMientras, tú estás en un crematorioâ. Su hija falleció el 3 de febrero de 2009.
Andrea Borbolla piensa que la enfermedad de su bebé pudo haberse previsto si se le hubiera practicado una prueba llamada cuádruple marcador, que se hace en el primer trimestre. âÃl estaba viajando en ese momento, entonces yo no me hice ese examen. Después no me indicó hacérmelo porque, básicamente, me dijo que yo era muy sana y seguramente todo venÃa perfectoâ. Preguntado por este periódico, el doctor Luján aduce que fue la misma paciente quien rechazó hacerse esa prueba: âLa explicación que me dio fue: âYo me dedico a la salud, soy muy sana, soy joven y sé que mi bebé está muy bienâ. El ginecólogo apunta que Andrea es la única de todas sus pacientes que ha rechazado hacerse el cuádruple marcador.
El mundo de Lola se paró cuando oyó el crujido hace 14 años. Su bebé, que estaba âexcepcionalâ una semana antes de nacer, según un ultrasonido 3D al que ha tenido acceso este periódico, traÃa una vuelta de cordón. Lola eligió estar en un hospital, el Santa Teresa, por si necesitaba una cesárea. Su doctora, Gloria Rivas, le dijo que allà en caso de emergencia las atenderÃa Luján. El 20 de enero de 2009, recuerda empujar durante horas. âMe fui cansando cada vez más, el bebé no avanzaba. Era obvio que ahà estaba la vuelta de cordón. Yo decÃa â¿dónde está el doctor?, necesito que me hagan una cesáreaâ. âEl doctor ahorita viene, está atendiendo otro partoâ. Estuvimos horas en las que el doctor no llegabaâ, narra la mujer, que tiene ahora 52 años. Vieron en el monitor que su bebé sufrÃa. HabÃa que sacarlo. âNadie me ayudó ahÃâ, dice cansada.
Luján apareció y el niño estaba ya encajado en el conducto, por lo que no fue posible hacer una cesárea. âMe pusieron en una silla que es como una taza de baño. Y ahà el doctor Luján me empujó la panza, lo que ahora sé que se llama una maniobra Kristeller y sé que está prohibida. En esos empujones, yo sentà un crujir dentro de mi ser. Supuse que era el cuello o la cabeza de mi bebé. Ese crujir no fue mÃoâ. La volvieron a tumbar, le hicieron una episiotomÃa, una corte en la vagina para ampliar el canal de parto, y sacaron al bebé. El niño nunca lloró. Se lo llevaron y Lola se quedó sola. TenÃa los ojos inyectados en sangre, la piel de la cara morada del esfuerzo de los empujones, un desgarro vaginal: âSentÃa que me estaba desangrandoâ. A los seis dÃas, su bebé falleció de hipoxia y daño neurológico.
Preguntado por EL PAÃS, Luján señala que Lola no era su paciente y que recibió una llamada de emergencia de Gloria Rivas cuando estaba dando un curso: necesitaban una cesárea y él asegura que llegó de inmediato al hospital. Niega que realizara la maniobra de Kristeller. Rivas cuenta que primero le avisó a Luján que todavÃa tenÃa tiempo para dar su curso, pero cuando el trabajo de parto se aceleró y la frecuencia cardÃaca del bebé empezó a bajar, se preocupó y llamó al doctor para que llegara a hacer una cesárea. Cuando este llegó, en 20 minutos, ya no fue posible, por lo que Luján hizo la maniobra de Kristeller para que el niño naciera. âYo no sé en qué momento la situación se agravó, no sé si soy responsable de la muerte del bebé, me disculpé con la familia. Ellos podÃan haberme demandado a mÃ, porque yo no hago cesáreas y el doctor no estaba ahà en el momento de la complicaciónâ.
Ni Andrea Borbolla ni Lola decidieron emprender acciones legales contra el ginecólogo ni nadie de sus equipos: âSolo querÃa irme a mi casa a llorarâ.
Marina vs. Luján y otros
Marina ânombre ficticioâ es la única paciente que demandó y ganó al doctor. Esta productora de obras teatrales entró a tener a su bebé en el hospital Santa Teresa el 5 de febrero de 2009 y salió del ABC después de 23 dÃas en terapia intensiva, con un derrame en el cerebro y la columna vertebral, en silla de ruedas, sin poder caminar y orinando por una sonda. Los magistrados del Tribunal Superior de Justicia de Ciudad de México reconocieron la responsabilidad de su médico tratante, Jesús Luján, en las negligencias médicas que llevaron a Marina casi a perder la vida.
El 3 de febrero, un estudio reveló que Marina tenÃa la presioÌn muy alta, proteiÌnas en la orina, hinchazoÌn en las piernas y una subida muy rápida de peso. Ella estaba preocupada, pero Luján le comentó que eran sÃntomas normales en esa fase final del embarazo. âMe entereÌ más tarde que estas eran claras senÌales de preeclampsiaâ. Dos dÃas después la despertó un dolor atroz cerca de las costillas: âTan agudo, tan constante, que ya no podiÌa estar de pieâ. Su madre la encontró tirada en el suelo de la regadera. Tuvo que ser ingresada.
En el Santa Teresa todo se precipitó: el dolor no cesaba, la enfermera advertÃa de que la paciente tenÃa la presión altÃsima, Luján no llegaba, Marina pidió la epidural para el parto pero no habÃa anestesiólogo, cuando este llegó y le inyectó sin hacer ninguna medición, el bebé ya estaba naciendo y la anestesia le provocó un derrame. âLuján llegó solo a cachar a la bebé, a cobrar sus honorariosâ, recuerda. En la sala de recuperación, Marina no dejaba de sangrar: âLa enfermera me apretaba el estómago y solo salÃa sangreâ. Pasó la noche y le diagnosticaron el sÃndrome de Hellp. El hospital no tenÃa un cuarto para cuidados intensivos, tampoco tenÃa plaquetas para ayudarla: âLuján se deslindó diciendo que ya estaba en manos del intesivistaâ.
La familia de Marina consiguió bajo su responsabilidad trasladarla al centro médico ABC, donde llegó al borde de un paro cardÃaco. TenÃa neumonÃa y ataques epilépticos, su sistema estaba colapsando. Le salvaron la vida. Cuando le dieron el alta âa la que siguieron 15 meses de rehabilitaciónâ, Marina decidió demandar por la vÃa civil. Ganó ocho años más tarde, después de un largo recorrido judicial, contra Luján, el hospital Santa Teresa, el anestesiólogo y el intensivista por la ânegligente atenciónâ. Se llevó un millón de pesos, menos de 60.000 dólares. âNunca lo hice por el dinero, lo hice por sentar un precedenteâ.
A preguntas de este periódico, Luján señala que el parto de Marina âno tuvo ninguna complicaciónâ y que no fue hasta muchas horas después que su situación médica empeoró: âElla pasó a recuperación con los signos vitales bien, estableâ. Pero Marina tuvo una hemorragia en el útero justo después de dar a luz. Luján aduce que âel Tribunal considera que la atención no obstétrica, no la mÃa, sino que la atención del equipo para la terapia intensiva tuvo un retrasoâ. La sentencia del Tribunal Superior de Justicia afirma que a la mujer no se le hicieron los estudios necesarios para evitar las consecuencias que tuvo la administración de la epidural. También señala directamente a Luján y a los otros dos codemandados âpor no haber actuado con la debida diligenciaâ y âno haber actuado conforme a la lex artis meÌdica y en cumplimiento de las Normas Oficiales aplicablesâ.
Mesulid de 100 miligramos
Mariana Campos estaba en la fase final de su embarazo cuando se detectó una inflamción por hemorroides. Su doctor, Luján, le recetó por teléfono una pomada, un supositorio y unas pastillas. El dolor aumentó y el 30 de diciembre, Campos volvió a llamarlo. Le contestó su ayudante, Arlet Rojas, quien le dijo que el doctor le indicaba una tableta de 100 miligramos de Mesulid cada ocho horas y que acudiera a una revisión. Ya en la clÃnica, Campos señala que volvió a encontrarse solo con su asistente, quien tras una exploración, agarró el talonario de Luján, firmó por él y le dio la receta de los medicamentos que ya le habÃan prescrito por teléfono. El 2 de enero, su hija, Inés, dejó de moverse.
Llamó rápido a Luján, quien le recomendó reposo. A las 19.00 horas, Mariana entró en el hospital Santa Teresa, donde durante dos horas solo recibió suero glucosado. El ginecóloco le hizo una cesárea a las 21.10. Una hora y 10 minutos después, Inés habÃa fallecido. En el diagnóstico el médico pediatra anotó como causa de la muerte: estado de shock cardiogénico, arritmia cardiaca y depresión neonatal. âLa niña estaba a punto de morir, necesitaba una cesárea de emergencia y no un suero, se perdieron dos horasâ, señala Mariana. âEn mi casa vivà lo peor, me dio estrés postraumático, no podÃa salir, tenÃa ataques nerviosos. Dos semanas después de su muerte sentà que podÃa empezar a respirar y me puse a tratar de ver qué habÃa pasado. Ahà me di cuenta de lo del medicamentoâ.
El Mesulid es un fármaco contraindicado para mujeres embarazadas porque tiene el riesgo de cerrar la abertura entre dos de los vasos sanguÃneos que se conectan con el corazón. Mariana lo tomó durante tres dÃas, tres veces al dÃa. Casi dos años después demandó a Luján y su asistente. Una juez civil le dio la razón, también el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal tras la apelación de los médicos. Los médicos se volvieron a amparar y el caso llegó a la Suprema Corte de Justicia, donde la primera sala sentenció âcon dos de cinco votos en contraâ que no se podÃa comprobar la autenticidad de la principal prueba de Mariana, la receta del medicamento, puesto que la firma que habÃa ahà no pertenecÃa a Luján, quien además demostró que estaba fuera de Ciudad de México. Campos presentó en 2021 su caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y sigue esperando. En 2023 amplió información. Sigue esperando. âEs un dolor siempre en ti, siempre, da igual que pasen los añosâ.
El té y los miércoles
En 2019, Jesús Luján ya era uno de los ginecólogos más solicitados de México. Su clÃnica, Pronatal, se habÃa ampliado y ahora estaba en Santa Fe, una de las zonas más exclusivas y caras de Ciudad de México, habÃa fundado un hospital, abierto un laboratorio de fertilidad y tenÃa lista de espera para todas aquellas que buscaban un parto humanizado. Luján era la estrella. Liora Anderman llegó a una revisión un miércoles a las siete de la mañana. Le dieron unas gotas, un té con azúcar orgánico y le hicieron un ultrasonido vaginal. âYo no tenÃa ni un sÃntoma de nada. Pero ellos me dijeron: âVáyase a pasear a Santa Fe, desayune con calma y si por ahà de las 12 siente ya contracciones fuertes, regresaâ. Y yo dije: este es profeta o cómo sabeâ.
A medio dÃa Liora estaba de vuelta en la clÃnica con contracciones intensas y dos centÃmetros de dilatación. 12 horas después llevaba seis centÃmetros, dos tactos vaginales, y Luján no habÃa aparecido. Cuenta que se quejó y que entonces el ginecólogo apareció para preguntar qué habÃa pasado en ese tiempo. Le informaron de que el bebé estaba sufriendo, le estaba bajando la frecuencia cardÃaca y decidieron hacerle una cesárea. âMe amarraron las manos. Fue una sensación de total vulnerabilidad. No lo puedo olvidarâ.
Liora tuvo depresión posparto: âSentÃa que algo más pasó ese dÃaâ. El equipo de Pronatal le diagnosticó trombofilia y esplenomegalia transitoria (agrandamiento del bazo). Ella decidió consultar con otro doctor, que rechazó ese dictamen. Liora ya no regresó a su clÃnica, pero fue a otra con una persona que trabajó durante más de un año con Luján. âMe dijo que era posible que él me indujera el parto. Ella habÃa visto cómo su equipo muele misoprostol para ponerlo en un gel, también que hay ribotril âun ansiolÃticoâ en las gotas y prostaglandina en el té, que en el medio se lo conoce como el rey de las inducciones. Ahà toda la historia cambió para mÃâ.
EL PAÃS ha hablado con una doula (partera) que coincidió en unos 15 partos de Luján, de 2013 hasta 2020. La mujer decidió ocultar su identidad por temor a las consecuencias laborales. âTodos mis partos con él empezaron a ser iguales: a todas les daba té, a todas las citaba en miércoles, siempre los bebés estaban mal acomodados, la situación se volvÃa una emergencia, y él entraba a salvar las cosas. Las doulas empezamos a darnos cuenta de ese patrón constante. Yo hace más de tres años que no trabajo con él después de un parto lleno de mentiras y enredos, porque no querÃa ser más veces cómplice de esto. Yo no puedo confrontarlo, pero puedo elegir no trabajar con élâ.
La clausura
Karen estaba agotada. TenÃa 35 años, llevaba cuatro tratando de quedarse embarazada y habÃa tenido tres pérdidas. Asà llegó a Luján: âEmocionalmente desgastadaâ. Cuando se quedó embarazada, de forma natural, en febrero de 2020, el equipo del ginecólogo le detectó trombofilia. âMe mandaron a poner un medicamento anticoagulante todo el embarazo. No sabes cómo duele. Yo no tengo fotos bonitas de mi embarazo porque mi panza era un moretónâ, dice por teléfono. En la semana 39, dice, tuvo varias consultas con Luján. El lunes le pusieron un gel en las muñecas, el miércoles le dijeron que âera el dÃaâ: âYo no habÃa tenido ni una contracción, pero ellos decÃan que estaba listÃsima. Me dieron unas gotas bajo la lengua para que me las pusiera cada 15 minutos. Eran las ocho de la mañana. Después, todo salió muy malâ.
De repente llegaron las contracciones. âSentà que me partÃa en dos, no puedo ni nombrar el dolor, berreaba, era un dolor de que me estaba partiendo las espalda. Empecé a vomitar durÃsimo. Pedà que me anestesiaran, pero no podÃa subirme a la camilla, no podÃa controlar mi cuerpo del dolorâ. A las cinco de la tarde llegó Luján. âMe hizo un tacto y me dijo que tenÃa solo cinco centÃmetros de dilataciónâ. Karen terminó en una cesárea de emergencia. Se salvaron ella y el bebé. A la semana siguiente, su doula le dijo que probablemente le habÃan inducido el parto. âVi a Luján y me descompuse. TenÃa más estructuradas las dudas, querÃa saber qué era lo que habÃa pasado. Su explicación fue que se me infartó la placenta. En realidad: abusaron de mÃ, de mi confianza y de mi saludâ.
Luján tiene una restricción judicial que le impide hablar de los cuatro casos que está investigando la FiscalÃa de Ciudad de México. La dependencia hizo un cateo en Pronatal en diciembre de 2023 y la clÃnica permanece cerrada desde entonces, mientras continúa la etapa de investigación. Pero el doctor aseguró a este periódico que él nunca ha inducido un parto sin el consentimiento de la paciente, que no ha dado medicamentos que aceleren el parto ni en té, ni en gotas, ni en gel, ni de ninguna manera. También señaló, en una larga entrevista, que él no está saturado de trabajo âcomo sintieron algunas de las mujeres de este reportajeâ, que a lo largo de su carrera ha participado en unos 10 partos al mes y que siguen manteniendo él y su equipo una atención personalizada con las pacientes. El ginecólogo celebró en 2020 que habÃa participado en 5.000 nacimientos, un número que no se puede alcanzar con solo 10 nacimientos al mes durante 16 años de trabajo. Luján vendió el hospital que él habÃa fundado, Bité Médica, a la aseguradora británica Bupa, por 350 millones de pesos el año pasado. Esa maniobra económica, cree, está detrás del testimonio de algunas de sus pacientes. Para ellas solo estaba el dolor y ahora, quizás, la justicia.
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