
Tienen menos de 8 Años y van por un título mundial: conoce 5 lecciones que nos dejaron los niños pilotos dominicanos en Revista Deportiva de CDN Deportes.
Mientras la mayoría de los niños de siete años dedican sus tardes a los videojuegos, los bloques de construcción o los juegos en el parque, un grupo excepcional de pequeños dominicanos tiene la mente puesta en algo muy diferente: la línea de meta. Para ellos, el rugido de un motor no es un ruido lejano, sino el sonido de sus sueños tomando forma a toda velocidad sobre una pista de asfalto.
Este grupo de pilotos de go-karts, con edades que apenas alcanzan los 6, 7 y 8 años, no solo domina las pistas locales; están a punto de llevar la bandera dominicana a un campeonato mundial en España. Son la próxima generación de corredores del país, y su viaje, aunque apenas comienza, ya está lleno de lecciones sorprendentes sobre la confianza, la naturaleza del miedo y la fuerza de una pasión incontrolable.
En visita a nuestro programa Revista Deportiva, estos pequeños gigantes contaron su historia que va más allá de la simple competencia. A través de sus palabras y las de sus padres, descubrimos una mentalidad que muchos adultos desearían tener. Estas son las cinco lecciones más asombrosas que nos enseñan estos pequeños gigantes de la velocidad.
1. Confianza inquebrantable: La mentalidad de un campeón de siete años
Ethan Gael (7), Itan Daniel (6), Chamir (8) y Eduardo José (7) no van a España a participar; van a ganar. Cuando se les pregunta qué esperan lograr en el campeonato mundial, la respuesta es unánime, instantánea y libre de cualquier duda. No hay un «quizás» o un «haré mi el más duro esfuerzo». Hay una certeza absoluta que desarma
Cada uno lo expresa a su manera: «voy a ganar», dice uno con convicción. Otro sube la apuesta a «ganar en primero». Pero la declaración más contundente encapsula una mentalidad de dominio total, una que no deja espacio para el segundo lugar. «Eh, yo voy a ganar en super primero… cero significa que si quedo en cero voy a quedar totalmente en primer lugar abusando»
Esta autoconfianza pura, despojada del miedo al fracaso y del escepticismo que a menudo llega con la edad, es quizás el ingrediente más crucial para competir al más alto nivel. Es un recordatorio poderoso de que para ser un campeón, primero hay que creerlo con cada fibra de tu ser.
2. El miedo de los padres vs. la realidad de la pista
Para cualquier padre, la idea de tirarse a su hijo de seis años al volante de un vehículo a motor es, comprensiblemente, aterradora. Esta preocupación inicial es una parte fundamental de la historia de estos pilotos, un sentimiento que uno de los padres describe con honestidad. «Es complicado su madre duró dos o tres semanas sin dormir cuando arrancó»
Sin embargo, esta ansiedad inicial da paso a la confianza a medida que son testigos de la eficacia de los equipos de seguridad. Esta confianza se pone a prueba en la pista, una realidad que uno de los niños está encantado de relatar, interrumpiendo a los adultos para describir un accidente dramático con el entusiasmo que solo un niño puede tener: «Una niña mi chocó ¡el carro salió volando!». Su enfoque no está en el peligro, sino en la espectacularidad del momento. Es un adulto quien confirma que, a pesar del vuelo, no le pasó nada, demostrando que la seguridad del deporte transforma el miedo de los padres en un respeto por la resiliencia de sus hijos.
3. El «castigo» que revela una pasión verdadera
¿Cómo se disciplina a un niño cuya mayor alegría es correr a toda velocidad? La respuesta revela la profundidad de su compromiso. El señor Espayat, padre de Eduardo José y un recién llegado al mundo del automovilismo a diferencia de otras familias del equipo, explica la forma más efectiva de corregir un mal comportamiento en casa
La amenaza no es quitarles los videojuegos o la televisión. El verdadero castigo, el que realmente funciona, es negarles aquello que más aman. «Cuando hay que poner algún tipo de restricción en la casa por algo que no se ha hecho el castigo es no vas a practicar no vas a la pista».
Esta dinámica lo dice todo. Cuando la oportunidad de practicar se convierte en el mayor privilegio, y su ausencia en el peor castigo, estamos ante una motivación genuina. Para un padre que no creció en las pistas, esta observación es aún más reveladora. Es una lección sobre cómo identificar una verdadera vocación: no es lo que te obligan a hacer, sino lo que temes que te impidan hacer.
4. Un salto: competir en una categoría desconocida
El desafío que enfrentarán estos niños en España es aún más grande de lo que parece. No solo se medirán contra más de 150 de los mejores pilotos del mundo de unos «siete ocho países», sino que lo harán en un territorio completamente recién salido, tanto geográfica como técnicamente
Sorprendentemente, competirán en una categoría en la que nunca antes han participado. Están acostumbrados a los motores de dos tiempos, más potentes, pero en el mundial deberán adaptarse sobre la marcha a un motor de cuatro tiempos. Uno de los padres lo explica claramente: «esa categoría que ellos van nunca la han corrido la van a correr allá primera vez en España».
Esta circunstancia exige un nivel extraordinario de talento, adaptabilidad y valentía. Enfrentarse a una competencia de clase mundial ya es una hazaña; hacerlo mientras se aprende a dominar un vehículo desconocido es la marca de un verdadero prodigio. Su disposición a dar este salto al vacío demuestra una confianza en su habilidad que va más allá de la simple práctica.
5. De los videojuegos a soñar con la Fórmula 1
Los caminos que llevan a una pista de carreras son tan variados como los pilotos mismos, y en este grupo se manifiestan dos de las fuerzas más poderosas: la herencia y el contagio. Para Chamir Likairac, el automovilismo es una tradición familiar. Su padre, el señor Likairac, corrió en karts desde niño. «Yo desde los 11 años corrí a Gokart», explica, «entonces vamos a decir que es una… consecuencia a mis actos». La pasión de Chamir es un legado, una llama pasada de una generación a la siguiente
En cambio, la pasión de Eduardo José Espayat fue contagiada. Su padre admite no haber sido piloto, pero la cercanía con la familia Likairac fue decisiva. «Ramsés… lo contagió y me contagió temprano», relata. «Tráelo, tráelo. Chamir fue a los 3 años, Eduardo fue a los cinco». Así, una pasión heredada inspiró una nueva, demostrando que los sueños pueden nacer tanto de la sangre como de la amistad
Ya sea por legado o por contagio, estos humildes comienzos han florecido en las aspiraciones más grandes: llegar a la Fórmula 1. Sus héroes son los gigantes actuales del deporte: Hamilton, Verstappen y Piastri. La conexión es tan personal que uno de ellos justifica su admiración por Hamilton con un detalle encantador: «tengo la trencia». Este viaje, desde las historias de un padre o la invitación de un amigo, demuestra que cualquier sueño es posible cuando el motor de la pasión se enciende.
Talento dominicano
La historia de Ethan, Itan, Chamir y Eduardo José es mucho más que un relato deportivo. Es una ventana a un mundo donde la confianza no tiene límites, la pasión es la mayor recompensa y el miedo es solo un obstáculo a superar. Nos enseñan que la edad es irrelevante cuando la determinación y el talento se unen en la pista.
Mientras se preparan para representar a su país en el escenario mundial, estos niños nos dejan una lección inspiradora. Nos obligan a preguntarnos: ¿Qué podríamos lograr si todos enfrentáramos nuestros propios campeonatos mundiales con la certeza absoluta de un niño que no aspira a nada menos que a quedar en «súper primero»?