Por: Ramón Antonio Veras
Cualquier persona que de manera ininterrumpida ha permanecido en este país por más de ocho décadas puede opinar sobre los cambios que se han producido en el comportamiento de nuestra gente.
No resulta nada agradable darle seguimiento a cómo actúa el dominicano de hoy en las relaciones con sus comunitarios.
Una mujer, lo mismo que un hombre sensible, no debe cerrar los ojos, dejar de pensar en lo que a diario está comprobando en el medio donde vive y afecta a todos por igual.
Lo que sucede en el entorno donde nos encontramos, desde el punto de vista de la conducta, de la práctica del ente social, es para llamar la atención hasta al más indiferente.
Idea central
La conversación que afecta al que no está presente, la murmuración y la crítica alegre se han convertido en una diversión. El chisme se aplaude con alegría.
El sentimiento de odio se expresa de manera divertida hasta contra el desconocido de alma noble. Lo que se busca es fastidiar al inofensivo.
Descalificar a la persona meritoria es obra de los mediocres, y estos individuos cada día abundan más aquí porque inhabilitar, invalidar hace sentir bien al que desprestigia.
Al ciudadano que goza de respeto y consideración, le cae encima la tirria y la mala voluntad de aquellos que fomentan la animadversión.
El sitio donde estamos está infectado por el amargado, mediocre, repugnante, deplorable, repulsivo e irritante.
La sociedad degradada es la que anida en su seno a quien procura sembrar enfado, rechazo, irritación, asco y grima, para que no surja la satisfacción y el agrado.
Como el ambiente dominicano está inviable, imposible para una existencia sana y buena en lo ético y moral, debemos luchar para tener una comunidad viable en lo humano.
La realidad nos dice que dominicanas y dominicanos estamos en la obligación de construir un recién salido ordenamiento que tenga como objetivo el desarrollo humano con una nueva moral social.
Es deseable y posible contar con una comunidad dominicana que tenga por base el entendimiento, la condescendencia, la empatía y cuántos principios y normas sirven para la fraterna convivencia.
El objetivo político y social de los que aspiramos a tener un país acogedor es difundir ideas de confraternidad, solidaridad, avenencia, el buen entendimiento, y sepultar todo lo que sea odio.
En el país nuestro se hace necesario un recién salido orden social para eliminar todo aquello que paraliza el afecto y pone freno al progreso con humanismo.
Cada hombre o mujer dominicana debe mantenerse complacida, encantada, satisfecha, anidando en su cerebro la idea de que con el esfuerzo de todas y de todos vamos a tener un hermoso porvenir.