República Dominicana aplica una tasa de impuesto sobre la renta corporativa de 27 %, una de las más elevadas en comparación con múltiples jurisdicciones alrededor del mundo. Y es que al menos 111 de 164 analizadas, es decir, 68 % de las jurisdicciones cuentan con tasas más bajas que la dominicana. Por ejemplo, la tasa promedio de la Unión Europea se sitúa en 17.5 %, mientras que economías que compiten activamente por atraer inversión—como Singapur, Irlanda, Emiratos Árabes Unidos o Suiza— mantienen tasas entre 9 % a 17 %.
La consecuencia directa de este diferencial es una menor competitividad. Evidencia reciente, como el Índice de Clima Empresarial (ICE) de la Asociación de Industrias de la República Dominicana (AIRD), señala que la carga tributaria se ubica de forma recurrente entre los principales obstáculos para el desarrollo de negocios en el país. En un entorno global donde la competencia por capital es intensa, mantener una tasa relativamente alta limita el atractivo del país frente a alternativas con condiciones más favorables.
El problema no radica solo en la tasa, sino también en la complejidad del sistema, caracterizado por regímenes diferenciados, exenciones focalizadas y altos costos de cumplimiento. Esta estructura fragmentada genera distorsiones, desincentiva la formalización y dificulta la planificación de largo plazo. Avanzar hacia un sistema más simple, competitivo y predecible ayudaría a fortalecer el tejido productivo.
Un sistema tributario más competitivo no implica menor recaudación. Por el contrario, al permitir mayor inversión, formalidad y productividad, se amplía la base imponible y se construye una recaudación sostenible, estable y menos dependiente de presiones sobre unos pocos contribuyentes formales.
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Una colaboración del Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (Crees).