

Enrique Blasco Garma, economista, ex director del Banco Central y en los últimos años asiduo columnista de Infobae, murió esta semana, a los 85 años.
Blasco Garma estaba de vacaciones familiares “en viaje de abuelos y netos con una de sus hijas y consuegro” en República Dominicana. Su deceso fue comunicado a este medio por parte de su esposa María, quien recordó que Enrique “amaba publicar artículos en Infobae, pensaba que con ese granito de arena podía ayudar a mejorar nuestro querido país”.
Era un hombre muy saludable, a sus 85 años todavía “caminaba entre 6 y 8 kilómetros por día y había brazadas de remo”, recordó su viuda.
Blasco Garma era un convencido de la libertad política y de mercados y enfatizaba la importancia de la lucha contra la corrupción. Una de sus obsesiones era cómo reducir y eventualmente eliminar la pobreza, tema de su último libro, publicado en 2018, “Fin de la pobreza”.
Especialista en Teoría Monetaria Internacional, Blasco Garma se graduó de economista en la UBA y realizó estudios de postrado en la Universidad de Chicago, donde fue discípulo de Milton Friedman, a quien en sus columnas en Infobae hasta hace pocas semanas se refería como “mi querido profesor”.
Blasco Garma sostenía que “uno de los principales descubrimientos de la humanidad es que los intercambios libres crean riqueza. Ese es el milagro: las partes que pueden intercambiar libremente, ambas se favorecen simultáneamente”. Era un economista siempre preocupado por el daño que la corrupción, el exceso de regulaciones que traban la economía: comparaba a menudo los índices de transparencia internacional con los indicadores de prosperidad económica”.
Fue también subgerente general del Banco Central, subsecretario de Finanzas de la provincia de Buenos Aires y director del Banco Provincia y su libro de 2018 fue presentado por Ricardo López Murphy, quién además en su prólogo al libro escribió que la obra de Blasco Garma respondía “a una búsqueda histórica de los intelectuales, que es cómo acceder a un mundo más próspero para un número cada vez mayor de ciudadanos del mundo”.
Como economista fue también director de empresas como Telefónica Argentina y General Motors y en su libro recordó el espectacular avance tecnológico de las últimas décadas, sin olvidar a su vez que, por ejemplo, Sudán del Sur tiene un PBI de menos de USD 300 anuales por habitante, mientras el de Suiza es de 80.000 dólares. “Son brechas impresionantes. ¿Cómo puede pasar eso en el mismo planeta, con conocimientos que no pueden ser muy diferentes, sin grandes secretos, con comunicaciones y en un mundo globalizado?”, se preguntaba, además de precisar que el 35% de la población mundial vivía entonces en países cuyo ingreso promedio es inferior al que tenía Italia en el año 1500. Y tres cuartas partes de la población en países cuyo ingreso es inferior al de Inglaterra hace 100 años.
“Esa es la pregunta, y son promedios anuales de países, no de los más pobres. Son dispersiones impresionantes”, dijo en una entrevista que ese año se realizó en los estudios de Infobae.
Recordamos aquí un pequeño pasaje de aquella entrevista:
– ¿Cuánto tiene que tirarse los Estados en todo esto, según su teoría?
– El Estado es decisivo. Pero la ideología de la gente, también. Cuando esa ideología no favorece a convivir, a los acuerdos y a tratarse bien, no se puede. Cuando hay enemigos, se complica vivir en comunidad. El Estado tiene un rol fundamental, porque maneja, decide y pone reglas.
– ¿Qué pasa en la Argentina?
– En la Argentina lo más durable son las normas transitorias. Cuando tenemos cambios permanentes, nos sentimos maltratados. Uno de los aprendizajes fundamentales es el fútbol, que es el deporte más popular del mundo. Es un deporte con pocas reglas: el que va por primera vez a verlo lo entiende enseguida. Son reglas estables, que no cambian. No se favorece a nadie y los que tiene más habilidades, triunfan. El árbitro decide en el momento, no espera un año para decidir cómo fue la jugada. Además, está controlado por la gente y por la FIFA, no es independiente ni hace lo que quiere. Si el fútbol fuera gobernado por la Argentina no existiría más, cambiaríamos las reglas todo el tiempo y no sería posible. La riqueza viene de que haya reglas iguales para todo el mundo.