Sobre el papel, el caso que adelanta la fiscal de distrito Fani Willis en Georgia, es quizá el más serio de todos los que tiene pendientes el expresidente Donald Trump.
Producto de más de dos años de investigación, Willis, la primera mujer que ocupa este cargo en la historia del estado, acusó al exmandatario y a otras 18 personas de orquestar todo un complot con estructura mafiosa para alterar los resultados electorales durante los comicios del 2020.
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De los señalados, al menos la mitad se han declarado culpables y se presume que colaboran con la justicia para incluso ser testigos directos contra Trump cuando llegue la hora del juicio.
Se trata de una amenaza casi existencial para el expresidente republicano, pues es el único entre los cuatro procesos criminales que enfrenta que no podría tumbar en caso de ganar la presidencia en noviembre próximo debido a que es una acusación estatal y no federal.
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Al menos, ese era el escenario hasta hace algunas semanas cuando Michael Roman, uno de los implicados, soltó una bomba que tiene el proceso en la cuerda floja.
Los abogados que representan a Roman acusaron a la fiscal Willis de sostener una relación amorosa con Nathan Wade, el fiscal especial que ella misma contrató para ayudar en la investigación. Aunque el señalamiento no está relacionado a los cargos que se le imputan a Trump, Roman le ha pedido al juez que la descalifique como cabeza del proceso debido a que considera que hay un claro “conflicto de intereses”.
El proceso contra Willis -que no es un juicio- comenzó la semana pasada y se espera que el juez Scott McAfee tome una decisión durante los próximos días. Algo que se debe tomar con pinzas, puesto que cualquier camino que escoja podría tener serias implicaciones en la evolución del caso contra Donald Trump.
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Willis y Wade, confrontados con evidencia, ya reconocieron que entre ambos existió una relación sentimental y han convertido el episodio en todo un culebrón televisivo.
Los abogados alegan que cuando Willis contrató a Wade, en noviembre del 2021, estos ya eran pareja y desde entonces ella se habría beneficiado económicamente con el nombramiento.
A lo largo de estos dos años, el fiscal especial habría recibido más de 650.000 dólares (unos 2.500 millones de pesos colombianos) como pago por su trabajo. Fondos, dice la acusación, que usó para invitar a Willis a lujosas vacaciones por el Caribe y el estado de California, y para costear regalos y visitas a lujosos restaurantes.
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Las transacciones presentadas también revelan que Willis pagó a Wade miles de dólares en efectivo y que mantenía en su casa altas sumas de dinero en moneda líquida.
Discriminación racial y pagos por separado
La versión de la pareja es completamente diferente. Según el testimonio de ambos, la relación se inició cuando él ya había sido nombrado en el cargo y terminó en el verano del año pasado. Aunque, efectivamente, realizaron viajes juntos, señalan que cada quien pagó por su parte.
Sobre el dinero en efectivo que Willis pagó a Wade, advierten que era, precisamente, el valor que a ella le correspondía por los periplos.
La sugerencia aquí es que, quizá, utilizaron el método para evitar un registro bancario que desatara suspicacias. Pero, de acuerdo con Willis, y eso lo corroboró su padre durante un testimonio que ofreció a la corte, el uso de efectivo -al igual que la acumulación de moneda líquida en su propiedad- es común entre los afroestadounidenses y un tema muy asociado a la discriminación racial.
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Siempre les enseñé a mis hijos que mantuvieran al menos seis meses de efectivo a la mano para eventualidades.
“Siempre les enseñé a mis hijos que mantuvieran al menos seis meses de efectivo a la mano para eventualidades. Era común que a uno no le recibieran ni tarjetas de crédito o cheques de viajero por el color de piel”, dijo el padre de Willis.
Wade, por su parte, testificó que la fiscal siempre quiso pagar por sus gastos pues es una “mujer fuerte” a la que no le gusta ser invitada. En todo caso, ambos aseguraron que su relación no tuvo conexión alguna con el proceso contra Trump ni afectó el curso de la pesquisa.
Si bien eso podría ser cierto, el tema central de la polémica es el inicio de la relación. Si se logra comprobar que ya existía antes de la contratación, Willis habría incurrido en una evidente falta ética que conduciría a su destitución por nombrar a su pareja a un cargo que pagan los contribuyentes.
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Y es que varios amigos comunes han testificado que la relación venía desde el 2019. Pero, el padre de Willis sostuvo que nunca supo nada de Wade hasta bien entrado el 2022.
¿Qué puede pasar con el caso contra Trump?
Aunque los señalamientos no tienen nada que ver con el crimen que se le endilga a Trump y los demás acusados, cualquier decisión que tome McAffee podría tener un enorme impacto en este proceso.
Aún si absuelve a Willis y la mantiene en el cargo, su credibilidad podría sufrir. Especialmente, a la hora de buscar a un jurado que sea imparcial y no tenga en cuenta la truculenta relación para emitir un veredicto.
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Es por eso que muchas figuras al interior del partido demócrata, entre ellos Norm Eisen, antiguo encargado de los temas éticos en la Casa Blanca durante el gobierno de Barack Obama, le han pedido que renuncie.
Para ellos, el romance de Willis se ha tornado en una distracción frente a lo que verdaderamente importa y podría debilitar un proceso que ya cuenta con un inmenso material probatorio en contra de Donald Trump.
Pero, aún si lo hace o McAffee termina por descalificarla, el camino hacia delante será muy complejo. En ambos escenarios, el caso pasaría a otro fiscal del distrito que tendría que ser nombrado por el Consejo Fiscal del estado de Georgia. Y ese nuevo fiscal contaría con el poder absoluto para decidir si quiere continuar el proceso, añadirle o restarle cargos o incluso archivar la causa.
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Aún si continúa por la misma vía, el solo proceso de selección y el tiempo que tardaría un nuevo fiscal en asumir el caso postergaría por varios meses su reanudación. Algo que juega en favor de Trump teniendo en cuenta que el juicio, se presume, sería después de las elecciones presidenciales de este año y, por lo cual, se alteraría de manera radical el desenlace.
Trump tiene claro que no es lo mismo llegar a los comicios con un veredicto de culpabilidad y enfrentando una condena de cárcel, que el mismo resultado cuando ya esté reinando desde la Oficina Oval. Por supuesto, siempre y cuando gane pues, de perder, ya no tendrá la inmunidad transitoria que le ofrece la Casa Blanca.
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Trump, vale aclarar, enfrenta un caso semejante – y más amplio- por interferir en los resultados de las elecciones pasadas y la transición pacífica del poder que podría resolverse en lo que resta del año y descarrilar su camino hacia una nueva presidencia. Pero, el novelón de Willis le ha añadido una arista más al ya de por sí complejo panorama político que se avecina en Estados Unidos.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington
En X (antes Twitter): @Sergom68