El presidente feliz: López Obrador se despide con un baño de multitudes y apurando sus políticas hasta el final



Si el grado de felicidad de los políticos se midiera, el mexicano Andrés Manuel López Obrador saldría en lo más alto de la tabla. Feliz es una palabra que repite mucho estos días en que anda ya finalizando su mandato. Tiene algunos motivos para ello. En su prometida gira de adiós por el país antes de recluirse en su rancho se está dando un baño de multitudes, las mismas que no le han abandonado en todo el sexenio y no es poco decir eso al concluir la presidencia. A López Obrador el desgaste propio de la gobernanza no le ha hecho mella, se retira con una popularidad cercana al 60% y con unas elecciones en las que su sucesora ha conseguido una aplastante victoria que ha dejado a la oposición desnortada. Buena parte de ese triunfo es suya y piensa utilizarla. Las reformas comprometidas, para las que pidió al electorado un voto masivo, entre ellas la polémica modificación del Poder Judicial, serán un hecho antes del 1 de octubre, cuando entregará la banda presidencial.

López Obrador se irá a Palenque al finalizar su mandato, pero por lo visto hasta ahora, ni un minuto antes. Generalmente, los presidentes mexicanos empiezan a difuminarse cuando el sucesor ha ganado las elecciones, sea o no del mismo partido. El traspaso de poderes va dando forma al nuevo gobernante y las decisiones del anterior se quedan en poco o nada. No es este el caso. La reforma judicial, cuyo punto más conflictivo era la elección de los jueces federales por votación popular, da la medida del poder que todavía tiene el presidente y de que piensa ejercerlo. No hay muchas discrepancias entre él y Claudia Sheinbaum, la presidenta electa, pero si las había, tendrán que esperar al 1 de octubre. López Obrador se va a salir con la suya: todos los jueces serán elegidos por el pueblo, aunque desde el equipo de Sheinbaum había trascendido que la opción que manejaban es que solo pasaran por ese voto popular los magistrados de la Suprema Corte y algunos otros de las altas instituciones. Ni una concesión: “El pueblo quiere el cambio”, dijo López Obrador recientemente. Y ya la encuesta que ha organizado su propio partido viene a darle la razón: alrededor del 72% está de acuerdo con la reforma judicial. Si los mercados protestan, “primero está la justicia”, ha zanjado.

“López Obrador es un personaje muy polémico que dará para escribir mucho en la historia del país. Si hasta presidentes anodinos han dado motivo a muchos trabajos de investigación, imaginen este”, afirma María Eugenia Valdés Vega, experta en Procesos Electorales. “El presidente en México es una figura muy importante y con amplios poderes que nunca se modificaron, quizá no pensaron que llegara al poder alguien como López Obrador, que realmente es una figura disruptiva. Está aprovechando esas facultades que tiene”.

Para Valdés Vega, lo que hace ahora con Claudia Sheinbaum es “pasear el triunfo electoral por las plazas, él cree haber satisfecho muchas de sus metas y ha de hacerse un trabajo fino para ver qué es lo que ha logrado, pero lo que es innegable, lo reconocen hasta sus adversarios, es que los programas sociales eran una necesidad con un país tan desigual y con tanta pobreza. Es muy querido por la mayoría del pueblo, y digo pueblo como asamblea de ciudadanos, porque el voto conseguido por Sheinbaum es completamente transversal”, afirma.

El pasado viernes, el presidente y su sucesora estuvieron en tierras de Coahuila, donde no solo se han repartido indemnizaciones por la tragedia minera de Pasta de Conchos sino que estos días, después de esfuerzos económicos y de ingeniería, han sido desenterrados algunos restos de los trabajadores sepultados desde 2006, sin que nadie hiciera antes nada por sacarlos. No es de extrañar que López Obrador eligiera esa plaza para comenzar su gira de despedida, que tuvo el momento más emotivo cuando una mujer le enseñó la foto que guardaba con el presidente de 2012, siendo él candidato, cuando prometió sacar a los mineros. Todo fueron halagos y parabienes de las viudas ese viernes y el presidente firmó la foto. Allí mismo arrancaron a Claudia Sheinbaum la promesa de que seguirá en esas tareas si al finalizar este mandato no han salido todos los cuerpos. Y también les dijo que algo se hará en el terreno de la salud para atender a esa población. Si Sheinbaum vuelve en 2030 y recibe tan calurosos agradecimientos está por verse.

Tan excepcionales son las alabanzas como el odio que le muestra una parte de la población, que ve en él la gran tragedia mexicana. De esa polarización social también se le ha acusado, pero al presidente no parece importarle, prueba de ello es que se ríe hasta de su sombra estos días. “El dictador López Obrador”, decía este lunes en la Mañanera, mofándose de las duras críticas que le regalan sus adversarios.

“López Obrador tiene motivos para estar feliz, la percepción de su popularidad ahora tiene un sustento claro con las votaciones. La victoria ha sido enteramente propia y él lo sabe. Han votado también las clases medias, pero es difícil medir si esos apoyos eran para él, para ella o para los dos. Ambos pueden asumirse triunfadores, después de todo se hablaba de continuidad”, dice Francisco Abundis, de la consultora Parametría. “Las encuestas daban una subestimación del 8%, así que tengo la impresión de que ni ellos se esperaban tanto y eso hace que se sienta con un gobierno extendido”, afirma.

¿Hay razones para querer a López Obrador? Abundis sostiene que el voto ha sido del todo económico, de nuevo las ayudas sociales, las reformas laborales, el salario mínimo. “Más allá de los símbolos, lo que ha puesto de manifiesto esta elección es que había razones objetivas para votarle. Ha dado la oportunidad a mucha gente para dignificar su estatus. El presidente no solo ha ganado en números, también en argumento. Las elecciones han dado la razón a uno de los suyos: que la gente vive mejor ahora”, sostiene Abundis. Es decir, López Obrador consideraba que eso era lo importante y por ello ha apostado. Y ganó. Sería como cerrar el círculo con la misma frase que lo hizo presidente: “Primero los pobres”.

Valdés Vega considera que el presidente “ha logrado su objetivo, que lo quieran, aunque lo odie mucha otra parte de la población. Habrá que hacer un gran esfuerzo de objetividad para definir su figura y su mandato”.

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