Elizabeth Moreno Barco, lideresa colombiana: “Al Chocó no ha llegado la paz”


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Elizabeth Moreno Barco (Togoroma, 56 años) sueña con morir de vieja en su pueblo natal, pero la guerra, a menudo, amenaza su anhelo. A finales del año pasado, la lideresa social viajó a Ginebra, Suiza, para recibir un premio por parte de la agencia de la ONU para los refugiados, Acnur, en honor a su labor como defensora de derechos humanos de las comunidades del Chocó, en el Pacífico colombiano. A más de 9.000 kilómetros de casa, en el Palacio de las Naciones, el corazón de Moreno seguía deseando lo mismo: volver a vivir segura junto a los suyos en Togoroma, el pueblo del que salió desplazada en 2013 a causa de la violencia.

Desde hace más de 20 años, la mujer habla en voz alta de la barbarie a la que ha sido sometida la comunidad afro e indígena del Chocó, a manos de grupos armados que aún operan en la región. El departamento todavía padece el reclutamiento, la violencia armada y los confinamientos impuestos por grupos subversivos, que afectaron a más de 72.000 personas en Colombia durante 2023, según datos de Acnur. “Aquí no ha llegado la paz”, señala la lideresa con un asomo de llanto en un hotel en Quibdó, capital del Choco.

En el sur del departamento, la tierra que vio nacer a la mujer de más de metro ochenta de estatura, es un terreno fértil bañado por agua y rodeado de selva, que por décadas ha estado cercado por el conflicto y la ausencia del Estado. “Padeces en el olvido desde el momento de tu creación. Representas la pobreza, el hambre y la marginación”, le canta Moreno a su amado Chocó, junto a otra docena de lideresas comunitarias en el auditorio del hotel. Las mujeres están reunidas en Quibdó para celebrar el galardón que recibió La Chava, como todos la llaman.

La defensora fue la ganadora regional para las Américas del premio Nansen, un reconocimiento creado en 1954 que honra a individuos, grupos u organizaciones que realizan una labor extraordinaria para proteger y brindar asistencia a las personas refugiadas, desplazadas internas y apátridas. Una tarea vital en el país con más desplazados en el mundo actualmente. De acuerdo con Acnur, más de 8,5 millones de personas han tenido que huir de sus hogares en Colombia debido al conflicto, superando los registros de países como Siria y República del Congo. “Ser desplazado, te despoja de todo lo que conoces. Es sentir el miedo a morir, luego huir, y después, quedarte en la nada”, explica Moreno con la mano puesta en un broche dorado del mapa de Chocó, que porta en medio del pecho.

“Soy consciente de la lápida que los líderes sociales cargamos”

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Durante el homenaje, la mujer lleva un chaleco sin mangas que llega hasta el suelo con el mapa de su departamento y los nombres de las regiones que lo componen. En los pliegues de su ropa, está señalado el litoral del San Juan, donde se ubica Togoroma, ese territorio que la ha hecho superar el miedo de defender a otros de la violencia. “Soy consciente de la lápida que los líderes sociales cargamos en los hombros”, resalta la mujer, que asegura que nunca ha sufrido ataques por su labor, pero convive con la zozobra todos los días.

Moreno ha ejercido como mediadora en liberaciones de secuestrados y acompañó parte del proceso de negociaciones con la antigua guerrilla de las FARC en La Habana. Su quehacer la ha involucrado en muchos procesos organizativos de la región y ahora ejerce como coordinadora del Foro Interétnico Solidaridad Chocó (FISH), un espacio de discusión e integración de distintas organizaciones civiles del departamento que buscan superar en conjunto el conflicto armado, y garantizar condiciones de vida dignas para la población.

Elizabeth Moreno sonríe en compañía de otras lideresas comunitarias de la región, que se han reunido para celebrar su labor como defensora de derechos humanos
Elizabeth Moreno sonríe en compañía de otras lideresas comunitarias de la región, que se han reunido para celebrar su labor como defensora de derechos humanosANGELA HURTADO

“Creo que, si nos unimos, podemos sacar adelante al Chocó y al país. La paz se construye si todos vamos para el mismo lado”, señala la lideresa, que cursa la carrera de Administración Pública en la universidad. Chava no quiere luchar sola. Ella espera que su legado perdure y que más mujeres trabajen por el territorio. Por eso, desde su organización, se plantea instaurar una escuela para 30 mujeres que se conviertan en lideresas en el futuro. La idea es que sus acciones tengan un efecto de cambio multiplicador en todos los territorios del Pacífico que auguren un futuro más seguro y estable para las comunidades.

En ese proceso, intervendrá Tania González, que lidera la mesa de género de la región de San Juan y que lucha porque las mujeres se eduquen y sean independientes. Junto a líderes como ella, Moreno espera sembrar semillas de cambio de la mano de las madres de la región, que son quienes han llorado más los embates de la violencia. “Las mujeres hemos derramado las lágrimas del conflicto, pero tenemos una virtud conciliadora para poder superarlo”, destaca la defensora.

“Queremos honrar el papel de las mujeres indígenas y afro en la construcción de paz en Colombia”, apunta Mireille Girard, directora de Acnur en Colombia, durante el homenaje a Moreno y a las defensoras que trabajan a su lado. Todas las mujeres que aplauden la labor de Chava luchan por sus territorios en nombre del amor que tienen por sus raíces. Por eso, más allá de acumular galardones, lo que quiere Chava es garantizar que en el Chocó las personas puedan vivir tranquilas, y de paso, asegurar su futuro regreso al pueblo con la certeza de habitar en paz el territorio. “Puedo sobrevivir en cualquier lado, pero preferiría permanecer en el lugar en el que forjé mis sueños”, concluye la defensora con media sonrisa y un aire de incertidumbre en su mirada. No sabe si alcanzará a disfrutar las mieles de una Togoroma en paz.

Homenaje a Chava en Quibdó con una muestra de alimentos típicos de la región y velas.
Homenaje a Chava en Quibdó con una muestra de alimentos típicos de la región y velas.ANGELA HURTADO



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