Irving Gatell/ Y así fue como Biden ordenó el ataque a Rafah


Lo volvió a hacer. Biden cometió un error total por no tener idea de lo que sucede en Medio Oriente, y es probable que su insensatez haya dado el empujón definitivo para que Israel proceda con el asalto definitivo a Rafah. Hamas, sorprendentemente, no se ha enterado.

Estados Unidos abandonó a Israel en la ONU. Se abstuvo en una votación en el Consejo de Seguridad en vez de vetar la resolución, y con ello se oficializó un documento en el que se exige un fin a la guerra.

El movimiento tenía un doble objetivo. Uno, la administración Biden buscaba congraciarse de nuevo con el sector de izquierda más radical del Partido Demócrata, una tropa de políticos woke de radical postura anti-israelí, que llevan alrededor de seis meses profundamente molestos por el apoyo de Estados Unidos a Israel. El riesgo de que este sector no le dé sus votos a Biden en las próximas elecciones de noviembre era alto, así que el presidente y virtual candidato a la reelección trató de cerrar las heridas y se tomó este gesto “amable” para con ellos.

Pero también lo hizo por otra razón: creyó que era buena idea. Biden y su gente tuvieron la sensacional ocurrencia de suponer que este movimiento metería más presión sobre Israel que, entonces, se lo pensaría dos veces para proceder con sus planes de tomar por asalto a Rafah, último bastión de Hamas.

Lo que sucedió tomó por sorpresa a los Estados Unidos.

Hamas, desconectado de la realidad como siempre a causa de su visión fundamentalista extrema, dedujo que ese revés para Israel en la ONU significaba su aislamiento total, y que ahora la comunidad internacional le obligaría a rendirse.

Ese ha sido el sueño dorado de Hamas desde hace unos tres meses. Consciente de que esta es una guerra que no puede ganar, que la estrategia de Israel los obliteró por completo, y que Hezbolá e Irán los abandonaron, la última carta de Hamas es que la comunidad internacional obligue a Israel a ponerle fin anticipado a la guerra, y así Hamas pueda reestructurarse en Gaza, tratando de volver a las condiciones que primaban antes del atentado terrorista del 7 de octubre de 2023.

El fallo en los cálculos le ha salido carísimo a Hamas. La comunidad internacional no ha hecho mucho (en realidad, tampoco lo ha intentado en serio, más allá de declaraciones que se quedan volando en su nivel retórico) por frentar a Israel. Soñando con que algún día les llegue desde el exterior esa salvación que no merecen, los terroristas de Hamas se han tenido que resignar a seguir siendo aplastados por la evidente superioridad militar y estratégica de un ejército que les quedó muy grande a la hora de la guerra definitiva.

Por eso esta noticia les cayó como refresco, especialmente a la hora de alimentar sus sesgos y sus disonancias cognitivas.

Hamas interpretó ese movimiento de Estados Unidos como una derrota total de Israel, y de inmediato radicalizó su postura.

Para esos momentos, se tenía cierto avance con el enésimo intento por negociar un alto al fuego con inercambio de rehenes israelíes por terroristas palestinos. Cuarenta israelíes secuestrados a cambio de 700 terroristas autores de diferentes niveles de crímenes. Seis semanas de alto al fuego, con tentativa a extenderlas. Hamas ya había renunciado a su absurda exigencia de que Israel se retire totalmente de Gaza, como si hubiese sido derrotado.

Israel, en principio, ya había aceptado el trato. Por eso Biden creyó que era momento de meter más presión. Pero su abstención en el Consejo de Seguridad de la ONU sólo provocó que Hamas se radicalizara, abandonara la negociación, y declarar explícitamente que regresaba a sus exigencias originales: todos los terroristas palestinos deben ser liberados, Israel debe abandonar por completo a Gaza, y a Hamas se le debe dejar al frente de la franja ahora que viene el proceso de reconstrucción.

La noticia cayó como balde de agua helada en la Casa Blanca. Arruinó todo el plan por completo. Le dio a Israel los argumentos inobjetables para seguir adelante con su guerra, con o sin el apoyo de la administración Biden.

¿Resultado? Todo empeoró. Hamas celebró la decisión estadounidense disparando cuatro de sus últimos cohetes contra Israel, el ejército israelí comenzó el bombardeo sobre Rafah para preparar el asalto definitivo, y Hezbolá escaló sus acciones militares en el norte, con las consecuentes represalias israelíes, que tuvieron un efecto devastador en muchas posiciones del grupo terrorista libanés.

El gobierno norteamericano no tuvo más alternativa que dar marcha atrás. Ya no puede cambiar su votación en la ONU, pero sí pueden fingir que su postura no es tan dura. Ayer mismo, John Kirby —secretario de Prensa del Departamento de Defensa— apareció en televisión diciendo que Estados Unidos “no puede apoyar” un ataque a Rafah “que no incluya un plan para velar por la seguridad” de los palestinos que viven allí.

Interesante cambio de postura. Ya no es el “no voy a apoyar el asalto a Rafah”, sino el “no voy a apoyar el asalto a Rafah si no cuidas a los palestinos”. Por cierto: el gobierno estadounidense sabe que Israel está preparando campamentos con un total de 40 mil tiendas de campaña para colocar allí a la población civil y, de ese modo, evitar que se vean atrapados por el fuego de la batalla.

Por su parte, The Wall Street Journal informó que las últimas discusiones entre funcionarios israelíes y estadounidenses ya no se tratan sobre cómo detener el asalto a Rafah, sino sobre cómo evitar el daño a los civiles.

La suerte está echada. Biden falló, Hamas falló más, y ahora sólo es cuestión de tiempo para que inicie el último capítulo de este trágico episodio. Los terroristas palestinos volverán a ser tomados por sorpresa. Están tan confiados en su “victoria” que incluso Ismail Haniye se tomó la fotó en Teherán con el Ayatola Kamenei, anunciando que la derrota de Israel es inminente.

De verdad no creen que Israel los vaya a atacar, y no hay peor error para un grupo armado que no estar alerta ante el inminente asalto de su enemigo.

¿Y los votantes estadounidenses? Tomando en cuenta que por lo menos el 60% de la población norteamericana es abiertamente pro-israelí, es muy probable que le vayan a pasar la factura a Biden en la próxima cita en las urnas.

Así que todo le salió mal a Biden. Típico, tratándose de un demócrata queriendo arreglar el mundo.


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