Jorge Comensal, la pluma joven que quiere llevar la UNAM de la élite a las calles



Alguna tarde de la primera década del siglo, un estudiante de Lengua y Literaturas Hispánicas lee en la planta baja de la biblioteca central de la UNAM, la de los monumentales murales de Juan O’Gorman sobre el pasado perdido, los motivos prehispánicos, la colonización que los desterró. Una luz mandarina se cuela por las ventanas y guía los ojos del joven por los párrafos de un libro prestado de los estantes que le rodean. Son los primeros días de Jorge Comensal en el centro de estudios más influyente de Latinoamérica. Y esos momentos perezosos “de compañía quieta en una sala donde puede haber más de 100 personas mínimo leyendo” es lo que más recordará el escritor 20 años después, cuando vuelva a su antigua facultad como el nuevo director de la revista de la universidad. Comensal, que ha crecido en ambientes donde los libros no gozan de demasiado cariño, piensa, entonces, que ha encontrado su lugar en el mundo. Ese al que siempre se regresa.

El encargo no es poca cosa. La Revista de la Universidad de México (RUM) presume de ser la publicación cultural más antigua del país, una pila de papel finamente armada con tiradas de 4.000 ediciones al mes por la que han desfilado las mejores plumas del continente. Antes de Comensal (36 años, Naucalpan), ha estado capitaneada por nombres grabados en la piedra de tezontle de la historia mexicana: el filósofo indigenista Luis Villoro, Leopoldo Zea o Guadalupe Nettel, predecesora de Comensal, quien abandonó el cargo entre polémicas por supuestos abusos laborales por el momento no comprobados, denunciados anónimamente a través de un perfil en la redes sociales.

Un día de junio Comensal llega a la entrevista con EL PAÍS en una librería de la colonia Roma, en Ciudad de México. Gasta un gesto desenfadado y la estampa de un revolucionario cubano del siglo pasado que ha pasado más tiempo en la biblioteca que en el campo de tiro, con ese pelo rizado abundante y la barba estilo Sierra Maestra que le enmarca la cara. Él no se ha echado al monte con un fusil al hombro, pero acaba de plantarse en la primera línea de la trinchera cultural.

Es una de esas batallas que ya solo encaran los ancianos y los románticos. “Yo, por ejemplo, soy anacrónico en el sentido de que escribo mucho a mano todavía”, se confiesa. Ha dejado su antigua residencia en Austin, capital cultural de Texas, para su nuevo reto: mantener el prestigio de toda una institución editorial, acercar el moribundo mundo del periodismo impreso a los más jóvenes, llevar la universidad a las calles y las calles a la universidad para disipar ese olor a élite que algunos le achacan. “La UNAM se encuentra en los lugares más recónditos del país”, dice.

Literatura, apuesta por el papel e inclusividad

“Lo que ha distinguido a la revista a lo largo de las décadas es la extraordinaria literatura que ha publicado, es lo que la vuelve histórica. Le quiero ser fiel a eso”, comienza. Cree que, al apostar por él, la UNAM tenía “una intención clara” de dar un voto de confianza a “una dirección que propusiera, desde mi posición generacional, una conexión con la juventud”. “El objetivo”, explica, “es reflejar de una manera muy literaria, porque esa siempre ha sido su vocación, las inquietudes, los intereses, los temas que preocupan, que se abordan, que se discuten en la comunidad universitaria. Esa es su misión original. Ahora, para nada se trata de ser excluyentes, es desde la universidad para todos. Combatir a través de la difusión cultural la impresión de que pueda haber la formación de élites separadas del resto de la sociedad”.

El contenido de la revista se mantendrá leal a la línea actual, pero con algunas variaciones. Por un lado, permanecerá el modelo monográfico de cada mes (en el último año, por ejemplo, se han hecho ediciones con artículos que cubren desde distintas perspectivas conceptos tan variados como la desigualdad, la inteligencia artificial o los espías). Sin embargo, ocupará menos páginas para dar espacio a una nueva sección: “ensayos argumentales contrapuestos”, dice Comensal, dos autores con ideas antagónicas sobre un mismo tema —digamos, por ejemplo, la tauromaquia: a favor o en contra—, que se publicarán en paralelo. “El dosier temático seguirá por un concepto que permite hacer asociaciones simbólicas diversas e inesperadas, a veces simplemente basadas en la homonimia”, señala el director. Por ejemplo, el concepto “fugas”, propone: “Podemos invitar a escribir sobre las fugas musicales, pero también un tema urgentísimo es hablar de las fugas de agua en un país donde la crisis hídrica es cada vez peor, también están las fugas de cárceles de personajes de la ficción y de la realidad…”.

En el eterno debate sobre si la prensa en papel está moribunda o solo convaleciente, Comensal cree que la apuesta por las monografías temáticas y las ediciones impresas ayuda a “combatir la caducidad”, hace que las publicaciones lleguen a ser obras de referencia que puedan ser consultadas años después. “Ahora, la revista digital sí quiero que tenga herramientas que a mí me gustan muchísimo, por ejemplo, un mapa interactivo que te permite superponer y mover fotos satelitales de dos épocas distintas. Eso es padrísimo, siempre funciona muy bien, y no lo puede tener una revista en papel. Se complementan”, razona.

El cambio social, desde lo público

Las voces más críticas dentro del mundo universitario y el editorial vieron el nombramiento de Comensal como una estrategia de la universidad para apagar el incendio sin depurar responsabilidades, un lavado de cara a costa de un escritor más joven y con sensibilidad por asuntos contemporáneos como el calentamiento global. La realidad es que el proceso que llevó al escritor mexicano a los mandos de la revista duró varios meses: él presentó una idea que fue evaluada junto a los proyectos de otros candidatos. La polémica con Nettel justo en el momento en que fue anunciada la sucesión, argumenta el autor, fue una mala casualidad. Coincidió también que la escritora de La hija única fue elegida en marzo para una residencia en la Universidad de Columbia, Nueva York.

Comensal prefiere comentar poco sobre el caso: dice que se mantiene “imparcial” mientras no se haga una investigación; que se enteró del asunto, como el resto de la sociedad, por Internet; que el ambiente que ha encontrado a su llegada a la redacción de la RUM es “muy positivo” y nadie de la actual plantilla ha acusado a la anterior directora o que, cuando él fue editor de la revista, durante dos años, nunca vivió abusos laborales. “La admiro mucho como escritora”, concede, eso sí.

La UNAM, símbolo de las oportunidades académicas para los estudiantes más humildes, pero también, durante décadas, el fogón de los movimientos sociales que sacudían la ciudad, no ha tenido durante el sexenio del presidente en funciones, Andrés Manuel López Obrador (2018-2024), la mejor relación con el Gobierno, al menos en discurso. El dirigente la acusó, entre otras cosas, de “derechizarse”. Tras las elecciones del 2 de junio, por primera vez una mujer, Claudia Sheinbaum, hija de la universidad, se sentará en el Palacio Nacional. “Sin duda es un motivo de alegría que la presidenta sea una científica de la UNAM”, celebra Comensal. “Aunque haya habido esos posibles desencuentros [entre la universidad y el Gobierno], creo que en general la sociedad mexicana valora mucho a la UNAM. La clave para el optimismo político de la UNAM ha sido la autonomía, que no le permite volverse un espacio de lucha partidista”.

El escritor, a pesar de todo, es optimista. Es consciente de los ojos clavados en su espalda, el escrutinio al que se someterá tras la polémica que ha rodeado la salida de Nettel, “pero me siento convencido de que el trabajo que estamos preparando responderá a cualquier inquietud, tampoco me ha generado una sensación de incomodidad”, apacigua. “Yo creo que la dirección de una revista pública y universitaria siempre tiene una carga política porque involucra, por supuesto, un patrimonio cultural de la universidad y del país. Es muy difícil políticamente lograr que haya distintas voces que se sientan representadas siempre y para lograrlo en buena medida estoy empezando a trabajar en proponer mecanismos de participación más claros y más diversos”, esboza.

“Si queremos realmente cambiar la sociedad, una sociedad más justa, más igualitaria, donde la propiedad esté colectivizada en la medida de lo posible, si queremos imaginar maneras distintas, tenemos que empezar por probar que desde la función pública se puede administrar bien, que se puede hacer un uso muy bueno de los recursos”. Quizá lo de la estampa de revolucionario cubano no iba tan desencaminada, después de todo. Y un deseo, más terrenal, de vuelta a las raíces: “Me encantaría un día pasar por la planta baja de la biblioteca central y ver que alguien está por ahí leyendo la revista de la UNAM, como yo la leí en esa época”.

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