José Raúl Mulino, una campaña exprés con una imagen de hombre de pocas palabras y mano dura



José Raúl Mulino (Chiriquí, 64 años) ya es el inesperado presidente electo de Panamá. Hasta hace apenas dos meses, era un abogado y exministro de varias carteras que se postulaba como fórmula vicepresidencial de Ricardo Martinelli, un recio escudero, pero la inhabilitación política de su popular mentor lo catapultó al poder tras una enrarecida campaña en la que prometió con insistencia el regreso de la bonanza económica de hace una década.

El candidato derechista del partido Realizando Metas –bautizado así para coincidir con las iniciales de Ricardo Martinelli– ni siquiera era la primera opción para convertirse en el número dos del expresidente. En un principio, se perfilaba un boleto con su esposa, Marta Linares, pero la exprimera dama desistió en octubre ante la posibilidad de que las autoridades electorales objetarán ese vínculo. Fue entonces cuando emergió el nombre de Mulino, que acabó de irrumpir en marzo en la campaña como relevo de Martinelli, inhabilitado tras ser condenado a más de diez años de prisión por lavado de dinero. Su designación, sin embargo, solo fue avalada por la Corte Suprema de Justicia hasta el pasado viernes, y concurrió con la particularidad de que no lo acompaña un candidato a la vicepresidencia.

“Panamá volverá a brillar económicamente como lo hicimos en el Gobierno de Martinelli”, repitió con insistencia Mulino, que asocia su nombre al “chen chen”, que no es otra cosa que un coloquialismo para referirse al dinero en el bolsillo. “Atacamos como nunca antes el desempleo y la pobreza”, afirmó el domingo pasado en su cierre de campaña, un evento en el que exhibió un video de apoyo grabado por Martinelli desde la Embajada de Nicaragua, donde se encuentra asilado, e incluso le reservaron una silla vacía en la tarima.

Martinelli gobernó Panamá entre 2009 y 2014, una fase de fuerte crecimiento y multimillonarias inversiones en infraestructuras como el metro de Ciudad de Panamá, que aún despiertan nostalgia en varios sectores. Por eso sigue siendo popular a pesar de su condena –y de que la corrupción es considerada uno de los peores problemas del país–. La jerga popular incluso se refiere a las monedas de un balboa, acuñadas en ese periodo y equivalentes un dólar, como “un martinelli”. Mulino se ha asociado sin pudor a esos tiempos, solía llevar en campaña una gorra con el lema “Martinelli Mulino 2024″ e incluso visitó el propio domingo de elecciones al expresidente en la sede diplomática. La relación entre ambos es uno de los mayores interrogantes del futuro Gobierno.

Abogado especializado en derecho marítimo por la Universidad de Tulane en Nueva Orleans, Estados Unidos, el ahora presidente electo ha cultivado la imagen de ser un hombre de pocas palabras y mano dura durante una dilatada carrera pública. Fue uno de los dirigentes de la opositora Cruzada Civilista que aceleró la caída del general Manuel Antonio Noriega, derrocado y capturado por las tropas de Estados Unidos que invadieron Panamá en 1989. Al año siguiente, asumió como viceministro de Relaciones Exteriores del Gobierno de Guillermo Endara (1989-1994) en la naciente democracia panameña, y luego pasó a ser su canciller.

Años después, su gestión como ministro de Seguridad de Martinelli fue blanco de críticas y denuncias. La represión de protestas de trabajadores bananeros en las regiones de Bocas del Toro y Chiriquí en 2010 se saldó con dos muertos y más de un centenar de heridos. Más adelante, fue denunciado por abuso de autoridad luego de ordenar la suspensión del servicio de telefonía celular en dos comunidades durante unas protestas de grupos indígenas, aunque el caso acabó archivado. Al comienzo del Gobierno de Juan Carlos Varela, el sucesor de Martinelli, fue acusado de corrupción por supuestamente haber recibido comisiones por la compra de 19 radares, un caso por el que fue encarcelado de manera preventiva durante siete meses hasta abril de 2016.

Ya en campaña, Mulino hizo promesas como extender la línea del tren de pasajeros desde Ciudad de Panamá hasta su natal provincia de Chiriquí, fronteriza con Costa Rica, en sintonía con los proyectos de infraestructura de los tiempos de Martinelli, aunque con una situación económica más apretada. También propuso una Asamblea Constituyente originaría para buscar una nueva carta política para Panamá.

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