Las inundaciones sumergen a Porto Alegre en el caos: “Hay familias que llevan tres días subidas a un tejado”



El temporal de fuertes y persistentes lluvias que ha azotado el estado brasileño de Rio Grande do Sul dejaron un panorama devastador en su capital, Porto Alegre, una próspera ciudad de 1,3 millones de habitantes que nunca vio algo parecido. El río Guaíba anegó algunos de los barrios más céntricos, obligó a cortar puentes y carreteras y a cerrar el aeropuerto por lo menos hasta fin de mayo. Decenas de miles de vecinos de este estado brasileño fronterizo con Argentina y Uruguay no tienen electricidad ni agua potable. Incluso hay riesgo de desabastecimiento de alimentos. “Lo que se ve en televisión no es ni la mitad de lo que está pasando. Esto es nuestro Katrina, nuestro tsunami, una catástrofe enorme”, cuenta desde Porto Alegre por teléfono al borde de las lágrimas Fernanda de Carvalho, una joven que, como muchos otros vecinos de la capital lleva días sin pegar ojo, ayudando en las tareas de rescate.

Según el último balance oficial de la Defensa Civil, del martes por la tarde, en todo el estado de Rio Grande do Sul se cuentan 95 muertos, 131 desaparecidos y 372 heridos. Además, hay 207.000 personas fuera de sus casas. Hace dos días que no llueve, pero la situación no mejora. El caudal de los ríos se mantiene estable o sigue subiendo ligeramente y ahora el temor es la llegada de un nuevo frente frío que previsiblemente traerá más lluvias y una caída drástica de las temperaturas.

De Carvalho, analista de comunicación, vive en un barrio que no es de los más afectados, así que aprovechó su situación relativamente segura para arremangarse y ayudar. Participa en un grupo de WhatsApp en el que 400 personas intercambian información sobre personas aisladas que necesitan ser rescatadas. “Hay familias que llevan dos o tres días refugiadas en el tejado, sin comer, sin medicamentos (…) en un barrio de Canoas [una ciudad cercana] tenemos una casa con 13 personas sin agua potable”, dice. Su misión es contrastar la información que llega —lamenta que abunda la desinformación— y mover contactos, porque siempre hay alguien que conoce a alguien, desde un militar con botes salvavidas hasta particulares con pequeñas embarcaciones. Hace poco ella y sus amigos consiguieron traer 15 motos acuáticas de una ciudad costera.

Los equipos de la Defensa Civil del Gobierno de Rio Grande do Sul hacen lo que pueden, pero no dan abasto. En Porto Alegre la situación empezó a ponerse dramática a partir del viernes, con la crecida del río Guaíba, la peor desde 1941. El río alcanzó los 5,33 metros de altura, muy por encima de los tres metros que marcan el límite a partir del cual la ciudad puede inundarse. La traducción es visible a vista de pájaro, como muestran las imágenes aéreas: buena parte de la ciudad literalmente bajo el agua, incluyendo edificios simbólicos como el Mercado Municipal o sus estadios de fútbol.

El lunes las autoridades locales desalojaron los barrios de Menino Deus y Cidade Baixa, contiguos al centro histórico. De Carvalho estaba en la zona ayudando en los rescates con su moto, pero tuvo que dejar la zona por miedo a quedar atrapada.

Tan sólo en la ciudad de Porto Alegre hay 9.800 personas acogidas en escuelas, polideportivos o centros comerciales. Otras muchas buscaron refugio temporal en casas de amigos o familiares. Lejos de mejorar con el paso de los días, el número de desalojados no deja de aumentar. Este martes, el alcalde de Eldorado do Sul, una ciudad pegada a Porto Alegre, afirmó que hay que evacuar a toda su población: más de 40.000 personas que no tienen adónde ir.

La situación no es sólo desesperante para quien perdió su casa o tuvo que dejarla temporalmente, también para los miles de vecinos que siguen en sus hogares sin luz o suministro de agua, la gran mayoría. Aunque hay agua por todas partes, paradójicamente, en el 85% de la ciudad no sale una gota por los grifos porque las estaciones de bombeo están dañadas.

Se espera que el miércoles llegue a Porto Alegre un portaviones de la Marina de Brasil (el mayor de Latinoamérica) cargado con dos estaciones móviles de tratamiento de agua, capaces de producir 20.000 litros de agua potable por hora.

Las comunicaciones en todo Rio Grande do Sul son muy precarias, y la puntilla fue el cierre del aeropuerto de Porto Alegre. Las compañías empezaron a cancelar vuelos el viernes 3, cuando la pista empezaba a inundarse, pero la empresa que administra el aeropuerto tiró la toalla definitivamente lunes, con la terminal totalmente anegada. En un principio, el aeródromo estará cerrado “por tiempo indeterminado”, aunque la concesionaria confía en poder abrirlo hacia el 30 de mayo. Mientras tanto, la pequeña base área de Canoas, al lado de la capital, se usa para recibir la ayuda que llega desde todas partes de Brasil.

Los vecinos de Porto Alegre tienen un ojo puesto en el agua marrón que inunda sus calles y otro en el cielo. La lluvia dio una tregua en los dos últimos días, pero para mediados de la semana se espera que regrese la inestabilidad y aparezca un nuevo enemigo: el frío. Las temperaturas podrían caer entre cuatro y ocho grados en el sudoeste del estado y rondar los 12 grados centígrados en Porto Alegre. Las autoridades temen que los desalojados que perdieron sus casas y apenas tienen agua y comida sufran entonces hipotermias.

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