Los sindicatos paralizan Argentina en la segunda huelga general contra Javier Milei



La sombra del Obelisco se proyectaba sobre el asfalto y las veredas ahí donde, en un día normal, en pleno centro de Buenos Aires, se habría agitado una vertiginosa sucesión de buses, taxis, autos particulares y peatones. Parecía un domingo o un feriado con algo más de movimiento, pero no, era un día hábil marcado por la segunda huelga general desde que Javier Milei gobierna Argentina. El paro fue convocado para este jueves por las principales centrales sindicales del país, identificadas con el peronismo y la izquierda, en rechazo a la reforma laboral, el desguace del Estado y el ajuste que impulsa el presidente ultraderechista. Los sindicatos celebraron el impacto de la protesta a escala nacional y los portavoces del Gobierno intentaron minimizarlo, en una jornada donde unos y otros, a la espera de datos oficiales, sostuvieron versiones dispares sobre la adhesión que consiguió la medida de fuerza. Desde sus redes sociales, el propio Milei desafió a los sindicatos y difundió una foto luciendo una camiseta con la leyenda: “Yo no paro”.

La oposición a las medidas de Milei mantiene unidas, pese a sus históricas diferencias, a las tres grandes federaciones obreras del país, la Confederación General del Trabajo (CGT) y las dos ramas de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), las organizaciones que llamaron a parar “en defensa de la democracia, los derechos laborales y el salario digno”.

El peso de la huelga se sintió, sobre todo, en el transporte y la administración pública. Trenes y metro no funcionaron. También se cancelaron y reprogramaron la gran mayoría de los vuelos nacionales e internacionales. Los buses urbanos e interurbanos circularon en forma parcial en algunos casos, en otros directamente no lo hicieron.

“Los intentos del Gobierno por infundir miedo y temor fueron infructuosos. Salvo aquellos que garantizan guardias mínimas en servicios esenciales, ningún estatal concurrió a trabajar. La adhesión a la medida es casi total en todo el país”, aseguró Rodolfo Aguiar, secretario general de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE). De acuerdo con el sindicato, el paro tuvo un 97% de apoyo. Desde el otro gremio del sector, la Unión de Personal Civil de la Nación (UPCN), su titular, Andrés Rodríguez, coincidió: “Es un paro generalizado. Los edificios públicos están vacíos, los trabajadores no han ido a sus puestos de trabajo”, dijo quien es secretario adjunto de la CGT. Aguiar remarcó las razones de la medida: “Los estatales no paramos por deporte, vamos a la huelga empujados por el Gobierno. La reducción de los salarios reales y los despidos son solo algunas de las causas”.

Frío y silencio

La Ciudad de Buenos Aires amaneció fría y en silencio, atenuado el habitual y creciente rumor de motores y bocinas. Aunque el nivel de actividad fue oscilando durante el día, las puertas de una multitud de comercios no se abrieron, las persianas de muchos talleres no se levantaron. Los bancos estuvieron cerrados y sólo operaron a través de las plataformas informáticas. Las escuelas sí estuvieron abiertas, pero tanto los sindicatos de maestros del sector público como los del sector privado participaron de la huelga; muchas instituciones resolvieron no computar las ausencias de los alumnos. Bares y restaurantes funcionaron en el centro de la Capital, pero lucían semivacíos, como los buses que ocasionalmente llegaban a sus paradas. En la zona de los tribunales judiciales, la presencia de jueces y magistrados contrastaba con la falta de empleados y litigantes. Los turistas se llevaron una postal distinta del paisaje porteño.

La CGT celebró la adhesión a la huelga primero con un posteo en redes sociales donde se veían imágenes de calles, avenidas, autopistas y edificios públicos desiertos. Luego, sus dirigentes brindaron una conferencia de prensa. Allí, Héctor Daer, uno de los tres secretarios generales de la central, destacó el éxito de la convocatoria: “Ha sido un paro contundente a lo largo y ancho del país, el Gobierno debe tomar nota de la expresión de los trabajadores para reconfigurar su política de ajuste”, dijo. Pero la respuesta oficial fue otra. El Gobierno apostó a denostar a los sindicalistas y a subestimar el alcance de la huelga. Después de exhibirse con la leyenda “Yo no paro”, el presidente Milei, que este viernes cumple cinco meses en el cargo, difundió un mensaje enigmático, donde vinculó a los sindicalistas con faraones. “¿Saben cómo se dice Faraón en hebreo? Les cuento… Paro. A buen entendedor pocas palabras bastan… Viva la libertad carajo”, escribió en la red X.

Su vocero, Manuel Adorni, se explayó un poco más. Calificó al paro como “inentendible” y como “un atentado contra el bolsillo y la voluntad de la gente”, que fue promovido por “personajes que cercenaron el progreso de los argentinos durante los últimos 25 años”. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, denunció supuestos “actos mafiosos” contra empresas y trabajadores que no adhirieron a la huelga. Aseguró que hubo “miguelitos” (clavos para pinchar neumáticos), “rotura de vidrios de colectivos” (buses) y “bloqueos a empresas”. “No dejemos que rompan todo lo que estamos logrando. Nosotros vamos a cuidar a todos los que vayan a trabajar”, fue el mensaje de Bullrich al inicio de la jornada, en el que invitó a la población a comunicarse con una línea telefónica para denunciar aprietes y amenazas por parte de los sindicatos. Para intentar mostrar que se trataba de un día con actividad normal, la ministra se exhibió ante las cámaras de televisión subiendo a un autobús y comprando su pasaje como cualquier ciudadano. Cuando apoyó su tarjeta de transporte sobre la máquina expendedora, el visor le devolvió un mensaje incómodo: “Saldo insuficiente”.



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