Milei sufre un baño de realidad en su guerra contra “los imbéciles”



Cuatro meses y medio después de ingresar a la Casa Rosada, Javier Milei es y no es el mismo. Su prédica es la misma y su lengua es tan filosa como un año atrás. La cadena nacional que protagonizó este lunes para anunciar el superávit fiscal lo demostró más hiperbólico de lo usual. “El milagro económico responde a la motosierra”, pregonó, como días antes había calificado de “héroes” a quienes fugaron dólares del país durante los últimos años. “Escaparon de las garras del Estado”, lanzó en el Llao Llao, sin importarle que él es el jefe de ese Estado y, por tanto, responsable máximo de las arcas públicas.

Pero Milei tampoco es ya el mismo. El baño de realidad es inocultable. Y sus dichos y sus acciones comenzaron a diverger, y mucho, durante estos meses. Todavía demoniza por cadena nacional a la “casta”, ondea las banderas libertarias y pregona la reducción del gasto público y la eliminación de impuestos. Y sostiene que su gestión encarna “lisa y llanamente una hazaña de nivel mundial”. Pero sus acciones avanzan por otro carril.

En septiembre de 2023, como diputado y candidato presidencial votó reducir el universo de contribuyentes que pagaban el impuesto a las Ganancias. Y por cadena nacional prometió hace unas horas que cada peso que ahorre el Estado se destinará a reducir impuestos. Pero envió al Congreso un proyecto de ley para restituir ese mismo impuesto a las Ganancias a decenas de miles de contribuyentes.

En noviembre de 2023 dijo que “el ajuste lo va a pagar la política, la casta, los empresarios prebendarios, los medios corruptos y los profesionales que dependen de los políticos”. Pero ya en la Casa Rosada matizó que “la mayor carga” del ajuste recaería sobre “la casta”. Y en los hechos impulsó la licuación de jubilaciones y salarios, aunque por cadena nacional sostuvo que ya están recuperando su poder adquisitivo, algo que en realidad todavía está por verse.

En diciembre de 2023, firmó como Presidente el decreto de necesidad y urgencia (DNU) que daba libre albedrío a las empresas de medicina prepaga, confiado en que el mercado se acomodaría solo; cuatro meses después, ordenó a esas mismas prepagas retrotraer los aumentos de sus cuotas a diciembre y les impuso cómo las actualizarán, aunque por cadena nacional sostuvo que “la era del supuesto Estado presente se ha terminado”.

Ejemplos similares se acumularon durante las últimas semanas. El libertario que demonizaba cualquier intervención estatal, convencido de que distorsionaban la vida económica y, por tanto, generaban nichos de corrupción, estancamiento y pobreza, es el mismo que intervino luego en las negociaciones sindicales que fijan cuánto aumentarán los salarios de los camioneros. Y en marzo decidió demorar la quita de los subsidios al transporte para que no impactara en la inflación.

¿Suena a poco? Milei también resolvió no avanzar contra regímenes especiales como el que beneficia a ciertos empresarios en Tierra del Fuego. Eliminó, además, un artículo del proyecto de ley que imponía que todas las tabacaleras pagaran los mismos impuestos, beneficiando a un empresario argentino que de tan rico es conocido como “el señor del tabaco”. Y dispuso sujetar con rienda corta el tipo de cambio, sin importar que se retrase con respecto a la inflación, una herejía en términos liberal libertarios.

¿Más ejemplos? El Peluca que demonizaba los controles y acuerdos de precios, y que por cadena nacional reafirmó hace unas horas que “la única tarea del Estado es proteger la vida, propiedad y la libertad de los argentinos”, venía de autorizar a sus colaboradores a negociar con distintos sectores para retrotraer los aumentos de precios en los productos de primera necesidad. Tanto fue así que se sintió obligado a aclarar que su Gobierno no negocia con esos formadores de precios con una pistola arriba del escritorio, como el otrora secretario de Comercio kirchnerista, Guillermo Moreno.

Podríamos continuar con el listado. Podríamos recordar que Milei prometió el cierre del Banco Central como candidato, pero sigue abierto. O que dijo que vendería toda la flota presidencial de aviones o la transferiría a la Fuerza Aérea, pero hace unos días confirmó que dejará de volar en aerolíneas comerciales por las mismas razones de seguridad que denostaba a otros mandatarios. O consignar que en plena disputa con las empresas prestadoras de servicios de salud, manos anónimas filtraron datos del patrimonio del empresario Claudio Belocopitt, propietario de la más grande de esas compañías, que sólo constan en su declaración tributaria. Es decir, que alguien violó el secreto fiscal, reeditando uno de los peores vicios de gobiernos anteriores que los libertarios prometían desterrar.

Aunque incompleto, este repaso permite corroborar los dos carriles por los que avanza Milei: el de los hechos, más pragmático, y el retórico, más dogmático, abocado a mantener a los fieles en el redil, invocando la “batalla cultural” contra todos aquellos que “no la ven” porque según él son “imbéciles”; o, peor, porque son “ensobrados” y “corruptos”. ¿Quiénes integran ese redil? “La mayoría de la política, los sindicatos, el periodismo y buena parte de los actores económicos”, afirmó por cadena nacional, sin matiz alguno.

“¡Somos liberales, no boludos!” es el nuevo leit motiv del Presidente, que avanza por un sendero muy estrecho. Sin diputados o senadores suficientes para aprobar sus reformas en el Congreso, su gestión se apoya en el respaldo de los ciudadanos, aunque son los que padecen el impacto de su ajuste. ¿Cómo conservarlos, pues? Milei apuesta a dos recetas, como reafirmó durante esta cadena nacional: verba hiperbólica, patriotera e incendiaria y la búsqueda constante de enemigos a los cuales endilgar culpas.

“Esto es la vida real”, tuiteó Milei a las 6.08 del jueves 18. La Argentina despertaba a un nuevo día y el Presidente ya lanzaba otra de sus filípicas. Contra los “puristas imbéciles” que, a diferencia suya, tronó, viven en una burbuja. Esos que “después vienen a medir liberalismo en sangre desconociendo el 80% de las restricciones de la vida real”. Es decir, aquellos que sostienen lo que Milei prometía hasta que ingresó a la Casa Rosada.

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