Muere María Benito, la paciente que batalló contra el sistema de salud por morir dignamente en Perú



María Benito Orihuela cumplió su voluntad de dejar este mundo el pasado viernes, tras una sedación paliativa, al ser desconectada del respirador mecánico que prolongaba su vida artificialmente. No fue como hubiese querido. En realidad, el deseo de esta mujer, nacida en la región de Huancayo, y paciente de una esclerosis lateral amiotrófica que la postró en cama y le fue arrebatando todas sus facultades en los últimos diez años, era morir dignamente el 23 de febrero, el día de su cumpleaños número 66. Pero el área de Cuidados Intermedios del Hospital Rebagliati del seguro social de salud le negó esa posibilidad en reiteradas oportunidades, alegando objeción de conciencia, una prerrogativa del personal médico para oponerse a la realización de un procedimiento.

Todo ello a pesar de que el primero de febrero el Poder Judicial había reconocido el derecho de María Benito a acceder a una muerte digna. A diferencia de Ana Estrada, quien marcó un precedente histórico hace algunas semanas, Benito no solicitó la eutanasia, sino más bien otra forma de ejercer la muerte digna como es el rechazo al tratamiento médico, el cual no está penalizado. La defensa de Benito, encabezada por la abogada Josefina Miró Quesada, cuestionó que la objeción de conciencia es un ejercicio profundamente individual y que al plantearlo como un asunto colectivo e institucional suponía desnaturalizarlo.

Además, había un detalle que agravaba la situación: María Benito había perdido una gran capacidad de visión, a raíz de un derrame ocular en diciembre pasado. Y era la vista, su único sentido con el que podía comunicarse con el mundo a través de un dispositivo tecnológico que decodificaba lo que quería decir siguiendo sus ojos con un sensor. El gran temor de Benito era quedarse totalmente ciega, atrapada en un cuerpo que era incapaz de responderle y que cada día se deterioraba más.

De allí que se emitiera un documento para que su hija mayor, Ketty Solano, pudiese tener la potestad de hacer valer sus derechos. Ante la resistencia de algunos médicos jefes del Seguro Social de Salud del Perú, Solano dijo: “Es inconcebible lo que están haciendo con mi madre. No quieren acatar una medida que ya ha sido tomada. La ley nos asiste. Mi familia está muy indignada porque no se está tomando en cuenta su estado de salud”.

Por fortuna, el último viernes, prevaleció la ley y María Benito murió durmiendo, en Lima, acompañada de sus familiares. “A pesar de las barreras que enfrentó en un contexto de sufrimientos nunca bajó la guardia. María nos enseñó que dejar partir también es una forma de amar y que morir es parte de la vida, aunque no guste hablar de ello”, dice el comunicado con el que se ha anunciado su partida.

Su abogada Josefina Miró Quesada, quien tomó su caso hace algunos años, agradeció públicamente a través de las redes sociales a quienes hicieron eco de su voz, pero también denunció malas prácticas periodísticas. “María ya es libre. Tanto en el caso de María (Benito) como en el de Ana (Estrada), los medios tuvieron un rol protagónico en hacer retumbar sus voces. Gracias a los periodistas que no solo cubrieron la noticia, sino que lo hicieron con empatía, responsabilidad y fines pedagógicos. Pero no todo ha sido color de rosa. Entiendo la presión de la primicia, pero les pido que no les haga perder humanidad. Al filtrarse la noticia hubo quienes se fueron hasta la casa donde María reposaba e incluso no dejaron en paz a su hija con sus llamadas. Hay límites”, cuestionó.

Antes de trascender, María Benito, quien durante su juventud y adultez practicó diversos deportes y cultivó una vida saludable, dejó una carta de despedida. “Hoy quiero que sepan que todos tenemos derecho a escoger esto. Nadie sabe qué pasará en la vejez, pero ya saben que no tiene que sufrir ni hacer sufrir a su familia. Yo amo la vida, pero en estas condiciones no”. Sin perder el sentido del humor, en el último instante, la atleta amateur de 100 y 400 metros agregó: “hoy tomo la delantera. Ya saben que me gustó siempre estar adelante”. El segundo caso de muerte digna en el Perú se ha consumado.

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