Por qué el silencio de Petro frente a la represión de Maduro contra la oposición


Las hojas del calendario caen de prisa y se acercan al 28 de julio, día en que se realizarán las elecciones presidenciales en Venezuela en las que salvo sorpresas ganará Nicolás Maduro. 

Sin pausa, el régimen ha ido sacando del camino –con la cárcel o el exilio- a todos los rivales que tuvieran opción de competirle. La más reciente fue la detención de Henry Alviárez, coordinador nacional de Vente Venezuela (VV), de la lideresa opositora María Corina Machado.

Ella, por si fuera poco, está inhabilitada para participar pese a haber sido electa en las primarias como la candidata de la mayoría opositora.

“¡Alerta mundial! El régimen de Maduro desata brutal represión contra mis equipos de campaña”, dijo ella en su cuenta de X. “Estas acciones cobardes pretenden cerrar el camino de Venezuela hacia el cambio y la libertad en paz y democracia”, añadió.

Ante esto, la comunidad internacional ha encendido las alarmas con contadas excepciones. Una es la del gobierno del Presidente Gustavo Petro quien guarda silencio.

Su mutismo sorprende más porque en la supuesta cadena de complots denunciados por Maduro para matarlo volteó a mirar hacia Colombia.

Maduro acusó al líder opositor Leopoldo López y al expresidente Álvaro Uribe Vélez de planear “ataques terroristas” para perturbar la economía y las elecciones. “Cuando esos dos terroristas perversos se reúnen es para conspirar. Alerta máxima a toda la Fuerza Armada Nacional Bolivariana”, dijo.

 

“Lo que está pasando en Venezuela es muy grave. Lo que sucede con María Corina Machado, es muy grave. No es una cuestión de politizar o ponerse del lado de la oposición o de alguna de las partes. Es de democracia, de defender la participación política de una candidata. No que que se quiera que esa persona gane o no.  Hasta hoy, Colombia siempre había tenido una participación muy importante en todos los mecanismos de promoción democrática”, dice Nastassja Rojas, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Javeriana.

“La política internacional de cualquier país tiene en la diplomacia la capacidad de ser interpretada en sus posiciones frente a situaciones bilaterales o multilaterales. El silencio de Colombia frente a la ignominia que ocurre en Venezuela en materia democrática envía a Colombia a la esquina de los países que alientan el déficit de las democracias”, dice el analista Pedro Viveros.

Hasta ahora, en los círculos diplomáticos se ha dicho que esta es una estrategia del presidente Petro para no quitarse margen de maniobra en la búsqueda de una salida a la crisis de Venezuela.

Viveros ve que en la medida que Maduro agudiza la represión y allana el camino para reelegirse con un sistema que tiene de todo menos de democrático, Petro queda en 

una situación muy compleja.

“A Petro le queda poco espacio para entrar como un radical crítico de la situación del régimen de Maduro o proponer una solución para que salga adelante una muy golpeada democracia. No hay más margen de acción”, dice.

La situación de Colombia se explica también por la proximidad con Venezuela. “Desde la perspectiva de las relaciones internacionales, bajo una teoría realista, Colombia está actuando de forma pragmática para no afectar las relaciones bilaterales que han mejorado y que es positivo para nuestro país en los ámbitos económicos, migratorios y de lucha con la criminalidad”, dice Enrique Prieto-Ríos profesor derecho internacional Universidad del Rosario.

 

Ambos países comparten una frontera de más de 2.219 kilómetros y en la que existen enormes problemas que son difíciles de solucionar en una parte sin la participación del otro: los grupos armados ilegales, la minería ilegal, el contrabando, entre otros.

“Ahora bien, desde la perspectiva del Derecho Internacional y como un gobierno que ha manifestado que es un gobierno respetuoso del Derecho Internacional de los Derechos Humanos y ha promovido que Venezuela se vincule nuevamente a la OEA y entre en el sistema interamericano, en este contexto, Colombia si debería pronunciarse por lo que ocurre es una clara violación al corpus iure interamericano en clave de derechos civiles y políticos”, dice Prieto-Ríos.

“El silencio del Presidente con el endurecimiento de los actos de represión y antidemocráticos, contra la oposición en Venezuela, podría ser una apuesta del Gobierno en sus relaciones internacionales, toda vez, que ha sido rápido para condenar hechos similares en otros Estados. Su silencio, podría tener como objetivo mantener la confianza del oficialismo venezolano en un escenario global cambiante, donde asegura un aliado en el continente”, explica, por su parte, Ángel Tuirán Sarmiento, analista de la Universidad del Norte.

Murillo, un embajador atrapado en la crisis

En esta dinámica, por otro lado, también ha salido afectado el canciller encargado Luis Gilberto Murillo quien en cuestión de días le cayó encima una serie de problemas que posiblemente nunca imaginó.

Quien fuera fórmula vicepresidencial de Sergio Fajardo era una de las figuras de mejor imagen en el alto gobierno. En su condición de embajador de Washington se le aplaudía su prudencia y gestión.

Al sentarse en la silla del canciller suspendido Álvaro Leyva se encontró de frente con el caso de los pasaportes y la firma del contrato con la empresa Thomas Greg & Sons, los cuestionados nombramientos de Armando Benedetti y Sebastián Guanumen en las embajadas de la FAO y Chile y ahora la situación con Venezuela.

Murillo dijo este jueves que “Colombia se guía por los principios establecidos en la conferencia internacional que realizamos en Bogotá hace un año, en abril, con cerca de 20 países amigos de soluciones para Venezuela, donde se estableció ese marco que fundamentalmente se orienta a que se eliminen las sanciones contra Venezuela y contra cualquier país, pero también que se realicen elecciones libres, justas, competitivas, transparentes y con la participación de todas las fuerzas políticas”.

El analista Viveros cree que “es la oportunidad para que el gobierno aproveche la figura de un embajador y canciller (e) precedido de un manejo de exitoso de las relaciones con los Estados Unidos para fijar una ruta que no tiene más salidas que o condenar con vehemencia lo que ocurre con el régimen de Maduro o plantear el “cómo” de la implementación de los acuerdos de Barbados.

Para el analista Tuirán, en efecto, “la imagen del canciller (e) podría verse afectada, teniendo en cuenta que asumirá las consecuencias de este silencio tanto a nivel interno como en su actual rol de canciller (e) y embajador en Estados Unidos”.

Esta situación ocurre cuando Murillo tiene encima otro hecho que lo desvela. La reducción para Colombia de las ayudas de Estados Unidos está cifrada en unos 40 millones de dólares, lo que equivale a una disminución del 10%. Serán unos 410 millones de dólares que entrarán al país, mientras que para el año fiscal del 2023 fueron un total de 456 millones. 

Finalmente, la profesora Rojas considera que se está enviado un mensaje sobre el cual se debe reflexionar. “Creo que se pone en evidencia con lo que pasó en los últimos meses, el silencio de Colombia, invisibilizar la migración, cambiar la causa real de la migración, que es la represión y la situación instalada de manera intencional por el régimen venezolano, da la sensación que quien pone las condiciones es Maduro“, dice ella sobre la relación Caracas-Bogotá. 

En este escenario es que están hoy las relaciones y la situación del canciller Murillo a quien se le valoraba su discreción, pero que ahora desde la oposición le exigen un pronunciamiento contundente.

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