¿Se puede confiar en la Fiscalía con la llegada de Luz Adriana Camargo?



“Yo le pido al país un acto de fe”, dijo la nueva fiscal general Luz Adriana Camargo en una de sus primeras entrevistas. Precisamente es fe y confianza lo que se ha perdido en la entidad después del paso de funcionarios que han tenido agenda propia por debajo y que han politizado la institución. Por eso uno de los retos más grandes que tiene hoy la fiscal Camargo es recuperar para el cargo y para la entidad la credibilidad perdida.

Las primeras declaraciones de la nueva fiscal son ponderadas y sensatas y pueden dar razones para abrir un compás de espera ante su gestión. Lo del acto de fe es pedir demasiado porque la historia nos ha demostrado que es mejor tener dudas frente a quienes llegan a altos cargos del Estado. La fe suele ser ciega y es mejor tener los ojos bien abiertos frente a una gestión que tiene mucho por delante. A la sociedad le conviene estar vigilante.

Falta todavía que la fiscal pase por la prueba ácida del ejercicio del poder y hay que tener presente que son muy pocas las personas que salen bien libradas de ese reto. El poder, con la corte de aduladores que suele acompañarlo y con el aislamiento que generan esos círculos íntimos, hace perder perspectiva, alimenta el ego y tiende a llevar a las personas a creer que las instituciones están a su servicio y no al revés. Basta recordar los abusos de Francisco Barbosa que usó para asuntos personales y domésticos recursos de la entidad. Sin nombrar otras actuaciones más graves que dejaron mal parada la imagen de la entidad.

La nueva fiscal ha dicho que no quiere hacer política, que será independiente y poco mediática, que no va a participar en debates públicos por fuera de su competencia, que quiere trabajar de manera armónica con las demás instituciones, que quiere aplicar un enfoque territorial a su trabajo, combatir los delitos que afectan a los ciudadanos y que quiere más Fiscalía que fiscal, entre otros anuncios. Todas son apuestas acertadas por lo menos como buenos propósitos. Falta que se hagan realidad.

Hay por lo menos un signo de esperanza en la nueva funcionaria y es que no haya pasado de la Casa de Nariño al búnker de la Fiscalía sin escalas, como ocurrió con los dos antecesores. Sin embargo, prefiero el optimismo moderado porque toda situación mala es susceptible de empeorar. Era difícil que surgieran mayores cuestionamientos al trabajo de un fiscal después del paso de Néstor Humberto Martínez con su zar anticorrupción que resultó ser zar de la corrupción y los conflictos de interés y todas las oscuridades en el caso Odebrecht. Sin embargo, llegó Francisco Barbosa y logró aumentar las dudas y cuestionamientos. De modo que es mejor no hacer acto de fe y apostar porque se haga una gestión eficiente y transparente.

La Fiscal tendrá que batallar contra la corrupción que se ha colado en los despachos de la entidad. No tengo duda de que la mayoría de los funcionarios son decentes y cumplidores, pero cuando las mafias logran permear las entidades hacen mucho daño. Llevamos décadas viendo lo que pasa en un Estado que ha sido capturado en parte por corruptos y delincuentes. Por eso no dejan de ser preocupantes los cuestionamientos que se comienzan a plantear desde algunos medios de comunicación en torno al vicefiscal que ha anunciado la nueva funcionaria. Se trata de Gilberto Guerrero, fiscal delegado ante el Tribunal Superior de Cali. Ella ha defendido el nombramiento ante las preguntas que plantean periodistas sobre algunas de sus actuaciones y posible cercanía con la saliente Martha Mancera. A propósito de ella, la fiscal Camargo ha dicho en varias de las entrevistas que espera el retiro efectivo de quien fue la vicefiscal de Barbosa y fiscal encargada por unas semanas en las cuales tomó decisiones controvertidas. Parte del reto inicial de la nueva fiscal es poder armar un equipo sólido y sin tacha, para despejar las dudas que dejó la anterior administración.

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Sobre los casos que involucran al Gobierno del presidente Gustavo Petro, incluida la investigación a su hijo Nicolás, la fiscal ha dicho que su despacho no lleva directamente ninguna investigación y que los procesos seguirán su curso con independencia. Confiemos en que sea así y que se garantice total transparencia. El ojo de la opinión pública estará ahí.

También es bueno señalar que, aunque sean importantes y muy mediáticas esas investigaciones, no son los mayores retos. El trabajo de fondo de la Fiscalía va más allá y tiene que ver con la batalla contra las estructuras criminales grandes o pequeñas que impactan el día a día de las personas en ciudades y veredas. Hablamos de robos y atracos, pero también del asesinato de líderes sociales y feminicidios. Se trata de enfrentar el asedio de grupos criminales en zonas vulnerables y de combatir las mafias de corrupción que se roban sistemáticamente y desde hace años los recursos del Estado. El crimen en sus múltiples formas genera una sensación de inseguridad permanente. La justicia, comenzando por la Fiscalía, debe actuar ahí. Lo usual ha sido que los fiscales se enfoquen en sacar adelante lo más comentado y viral, lo que da visibilidad, y dejar de lado aquello que a la gente le inquieta de manera directa.

La fiscal Camargo abre una nueva etapa y su llegada es en sí misma un motivo de esperanza. La entidad a su cargo es un gigante poderoso que se ha usado para bien y para mal. Ojalá sus anuncios sobre la total independencia de su trabajo se cumplan y no convierta su despacho en apéndice de nadie. Más allá de quien la ternó y quién la eligió su lealtad debe ser con la Constitución, las leyes y los ciudadanos. Si lo entiende así y actúa en consecuencia puede marcar diferencia.

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