Antes de protagonizar The Iron Claw, Zac Efron protagonizó una película llamada Extremadamente Cruel, Malvado y Perverso [no obstante, en México y algunos países de Latinoamérica se llamó Ted Bundy: Durmiendo con el Asesino]. Esa película trató sobre uno de los asesino en serie más terribles de la historia moderna, muy diferente en tema de la producción que llegó esta semana a los cines; sin embargo, esta nueva película es tan sombría y deprimente que bien podría ser llamada algo así como Extremadamente Triste, Sorprendentemente Miserable y Cruel.
Escrita y dirigida por Sean Durkin (Martha Marcy May Marlene y El Refugio), The Iron Claw trata sobre la historia real de la familia Von Erich, un clan de luchadores profesionales que alcanzó la fama en esa curiosa industria en la década de 1980 antes de desmoronarse en medio de una tragedia tras otra. El destino de varios de los hijos de Fritz Von Erich fue tan extenso y terrible, de hecho, que Durkin ha optado por eliminar toda la narrativa trágica de un hermano para evitar abrumar la película. Sin embargo, incluso con esa omisión, la película está dominada por su letanía de pérdidas. Tanto, que termina convirtiéndose en una mera enumeración de cosas tristes en lugar de un drama humano con textura y conmovedor.
Pero no por falta de buenas intenciones. Cada actor en la película está admirablemente comprometido con los desafíos emocionales y físicos del trabajo. Efron, quien ha emprendido un interesante viaje de redefinición de su carrera en la última década, una vez más se encuentra revitalizado por la oscuridad; siempre demostrando consistentemente ser mejor en las cosas más pesadas y atrevidas que en las brillantes. Para interpretar a Kevin, el que alguna vez fue el chico dorado de la familia norteamericana, Efron aumentó de masa muscular hasta un grado casi alarmante; es una columna gruesa y rayada de tendones, como si el músculo estuviera a punto de romper su piel. Es casi un horror corporal, un hombre tan orgulloso de sus dimensiones obviamente equivocadas.