La coleccionista de arte Michèle Vasarely, de 83 años, declaraba el miércoles en una vista en el Tribunal Federal, en Hato Rey, y defendía su derecho sobre las obras de arte que, en 2023, le fueron ocupadas por agentes federales en San Juan cuando su testimonio acabó abruptamente.
“Tengo algo, no sé… Wow… No sé dónde estoy”, manifestó la mujer ante la jueza María Antongiorgi Jordán.
Poco después, un enfermero del Tribunal Federal la atendió y recomendó que fuera llevada a un hospital para recibir evaluación médica y, aunque un grupo de paramédicos intentó llevársela en ambulancia, Vasarely declinó y salió caminando, acompañada de su asistente, para irse en Uber.
Entonces, la jueza decretó el receso de almuerzo y dejó establecido que Vasarely regresaría al banquillo de los testigos el jueves, donde hoy declaró que las pinturas incautadas por el Negociado Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) le fueron regaladas por el artista Víctor Vasarely en agradecimiento al trabajo que hizo para la familia.
Hasta ese momento, la coleccionista de arte había declarado durante poco más de una hora, a preguntas de su abogado, Carlos Andreu Collazo, sobre su trasfondo en Francia y sobre cómo conoció, en 1963, a Jean Pierre Vasarely (conocido artísticamente como Yvaral) y a su padre, el artista Víctor Vasarely.
En 1969, Michèle Vasarely se convirtió en la segunda esposa de Yvaral y, por ende, en la madrastra de Pierre Vasarely, quien la demandó en Francia en la década de 1990.
En su testimonio, la mujer seguró que, desde el principio, se dedicó a trabajar con “ambos artistas”, en momentos en que Víctor Vasarely “estaba comenzando su gran fama”.
Además, dijo que lo mismo limpiaba pisos, que gestionaba distintos tipos de trámites y “papeleos”, como los impuestos, además de atender contactos para exposiciones en museos y galerías.
“Ayudaba a los artistas para separarlos de todas las preocupaciones para que se pudieran enfocar en sus creaciones”, expuso.
Asimismo, sostuvo que Víctor Vasarely le ofreció pagarle por el trabajo, pero que por petición de Yvaral, nunca aceptó su dinero.
“Me decía siempre ‘no te aproveches de mi padre. Todo el mundo lo hace, pero tú no”, apuntó.
La coleccionista añadió que, entonces, Víctor Vasarely “me dijo si prefería pinturas en vez de dinero. Le dije que sí… Me daba dos pinturas al final de tres meses”.
Sin embargo, la mujer no describió esto como un pago, sino como regalos y muestras de agradecimiento por su asistencia. También manifestó que su relación con ambos artistas “era honesta, no materialística para nada”.
“Yo los amo. Ellos me necesitaban”, expresó. “Yo estaba muy orgullosa de que trabajara para ellos”.
Su declaración hizo un repaso por 1981, cuando dijo que Víctor Vasarely “se empezó a enfermar” y, luego, a 1990 cuando tuvo “complicaciones” de salud, igual que su esposa.
“Estaban en modo de pánico”, comentó. “Un día me sorprendió que me llamaron para que fuera inmediatamente. Me dijeron que ‘tienes que correr todo’”.
La mujer también indicó que, en ese momento, la pareja vivía fuera de París y estaban en problemas económicos debido a que sus obras no se estaban exponiendo.
“Dije que sí, pero no sabía en qué situación estaban. Pero, buena o mala, ¿cómo podía abandonarlos cuando estaban viejos? Pagué el precio, sí, un precio muy alto”, aseguró, al detallar que incurrió en gastos de su propio dinero para atender distintos asuntos, como mantenimiento y hasta medicinas, hasta que Víctor Vasarely falleció en 1997 y, poco después, murió su esposa.
En el estrado, narró que, un tiempo después, Yvaral enfermó y murió en el 2002. También declaró que “mi esposo murió después de que su hijo (Pierre) lo demandó”.
“Desde que murió, estoy en los tribunales por mi hijastro”, lamentó.
A partir de ese momento, según declaró Vasarely, se dedicó a “mantener vivos” a ambos artistas, gestionando exposiciones de sus obras, pero con la dificultad de que los museos europeos se habían alejado de su arte.
Posteriormente, explicó que, en 2004, se mudó a Estados Unidos por entender que había una mayor apertura hacia “el arte moderno”. Una vez allí, se radicó en Chicago, donde comenzó a exponer las obras que tenía.
Michèle Vasarely dijo que llegó a Puerto Rico en 2013, pero no explicó la razón. El año pasado, el Departamento de Desarrollo Económico y Comercio confirmó que Michele Vasarely es beneficiaria de exención contributiva bajo la antigua Ley 22 de 2012, ahora Ley 60 de 2012.
En el tribunal, la coleccionista declaró que, hasta hoy, se ha dedicado a trabajar con los archivos de los artistas, a escribir libros y a atender estudiantes de arte. Asimismo, dijo que elabora un catálogo de las miles de obras de Víctor Vasarely.
“Le prometí a Víctor que lo haría”, expresó. “Tengo poco tiempo y tengo que hacerlo antes que muera”, agregó.
También dijo que entre los trabajos que tenía en curso figuran una exposición en Corea y otra en Nueva York, aunque “está cayéndose después del incidente” del allanamiento.
“Muchos dicen ‘escándalo, no queremos’”, sostuvo. “Una vez pierdes la reputación, no tienes credibilidad. Todavía la tengo, no es tan fácil como antes”.
En relación a las 112 obras incautadas, Michèle Vasarely dijo que le fueron dadas “hace mucho tiempo, porque Víctor era bien generoso conmigo”.
Sobre este tema, hubo argumentaciones encontradas entre el abogado Carlos Andreu Collazo y el fiscal Jonathan Gottfried, momento en que la coleccionista manifestó sentirse mal de salud y terminó su testimonio.
Después del receso de almuerzo, declaró como testigo el agente del FBI, Ryan Dingley, quien estuvo a cargo de gestionar y ejecutar la orden de allanamiento para ocupar las obras de arte. A través de sus preguntas, una de las abogadas de Michele Vasarely, Kyle Freeny, intentó minar la validez de la orden de allanamiento.
Por su parte, Dingley reconoció que la información que colocó en la declaración jurada que sometió al Tribunal Federal para obtener dicha orden se basó en datos provistos por las autoridades francesas, donde hay un pleito judicial que se ha mantenido por más de una década.
La vista evidenciaria continuará el jueves, cuando declarará, vía remoto, una experta en la ley francesa contactada por los abogados de Michèle Vasarely, quien continuará con su testimonio si su condición se lo permite, según ordenó la jueza.
El proceso responde a una demanda de Michèle Vasarely para que el Ministerio Público le devuelva las obras incautadas y que no sean enviadas a Francia, alegando daño irreparable y violación a sus derechos constitucionales.