“Hay que desconfiar de los cruzados contra el embuste, porque el énfasis en la verdad delata casi siempre al mentiroso”, escribió en el año 2011 el gran autor español Javier Cercas en una de sus columna del diario EL PAÍS en la cual hablaba sobre los defensores a ultranza de una verdad inobjetable a la que niegan sus matices que van desde lo factual hasta lo imaginario.
De hecho, el texto de Cercas arranca con una impactante frase escrita en 1920 que reza: “Exigimos una campaña legal contra quienes propagan mentiras políticas deliberadas y las diseminan a través de la prensa”. Dicha oración, que pareciera pertenecer al discurso actual de algunos políticos gobiernistas y sin duda a los más recientes ataques del presidente Gustavo Petro a la prensa, en realidad fue una de las premisas que en su momento postuló Adolf Hitler dentro de su proyecto de construcción de una nueva Alemania.
El paralelo entre el líder de ultraderecha alemán de hace 100 años y nuestro presidente es horripilante, pero innegable, al menos en lo concerniente a esa frase. Un psicoanalista lo vería como prueba de una personalidad autoritaria e incapaz de soportar crítica alguna por ser esta lesiva para la manera en que es percibido por sus semejantes.
En el caso de los señalamientos de Petro contra los medios en Colombia y particularmente contra las emisoras de RCN y Caracol, la falacia del argumento se cae por una sencilla realidad: la totalidad de las emisoras de radio del país no pertenecen a dichas cadenas. Es más, ni siquiera el 50% de las emisoras en Colombia pertenece a esas casas de medios. La realidad es que el desarrollo radiofónico en Colombia se ha apoyado en emisoras estatales como Radio Nacional, Radiónica, emisoras de la Policía Nacional, del Ejército o de la Armada; emisoras de interés público como la mayoría de las radios universitarias; así como miles de emisoras comunitarias e indígenas que tienen raíz en la entraña misma de la ciudadanía.
¿Es entonces justo culpar a RCN y Caracol de embrutecer a los colombianos? ¿Acaso esas cadenas han obligado al país entero a escuchar y seguir sus contenidos? ¿O ha sido más bien la ciudadanía la que de manera independiente ha decidido qué escuchar y cuándo escuchar?
¿Pensará incluir el presidente Petro a la Radio Nacional dentro de los futuros culpables de embrutecer al país ahora que por decisión de su Gobierno sale del aire el programa musical y cultural más importante de la radio pública, llamado La Onda Sonora, para reemplazarlo por un magazín dirigido por Wilson Ortiz, pupilo de la reconocida periodista de farándula Graciela Torres, más conocida como La Negra Candela?
Newsletter
El análisis de la actualidad y las mejores historias de Colombia, cada semana en su buzón
Las audiencias en medios tradicionales o en el mundo digital están lejos de ser borregos sin criterio, al menos en el mundo democrático. Si alguien quiere escuchar música clásica, la busca. Si alguien quiere seguir un influenciador experto en historia patria, lo hace. Pero eso de meter a todo el mundo en un mismo corral esperando la uniformidad de pensamiento se parece más a 1984 de Orwell que al verdadero sueño de un demócrata.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS sobre Colombia y aquí al canal en WhatsApp, y reciba todas las claves informativas de la actualidad del país.
Suscríbete para seguir leyendo
Lee sin límites
_