Eutanasia | EL PAÍS México


eutanasia
Una mujer prepara una solución médica en un hospital.Jeremy Poland (Getty Images)

Unas notas sobre un tema viejo y nuevo: la eutanasia. Viejo por la discusión suscitada a partir de la primera legalización en Países Bajos (2002) y nuevo porque Ecuador la legalizó en febrero de 2024. Primero fue Colombia, y ahora Ecuador es el segundo país latinoamericano en aceptar el procedimiento. Amén de esas tres naciones, ayudar a morir y finalizar la vida con dignidad —la mayoría de las veces por medio de intervención médica― sólo se permite en siete países más: Bélgica, Luxemburgo, Canadá, España, Nueva Zelanda, Portugal y algunos estados de Australia. Ahí no se penaliza a los galenos que la practican siempre y cuando se ciñan a las reglas preestablecidas.

Escribí “solo en siete países” con doble intención: de un total de 195 naciones 10 aceptan el procedimiento. El escueto número retrata lo ríspido del tema y refleja algunos aspectos de la geografía mundial: religiones oxidadas incapaces de modificar su idea, “Dios da la vida y sólo él tiene derecho a finalizarla”, políticos y políticos médicos incapaces de pensar en la necesidad del bien morir, por torpes, desinformados o por clientelistas, así como por los currículos de estudio de “muchas” —no cuento con datos precisos— facultades de Medicina en el mundo donde ética médica, y por extensión, temas propios de dicha disciplina, i.e., acompañar y ayudar a fenecer o el aborto, no son discutidos. Tales rezagos imposibilitan el derecho a validar la autonomía de personas enfermas que solicitan morir. Menudo brete el de la autonomía. Defenderla es motto de librepensadores y laicos; no aceptarla es parte del esqueleto de religiosos / políticos / empresarios unidos en una larga e irrompible palabra.

El suicidio asistido, variante de la eutanasia, se permite, además de en los países mencionados, en Suiza, once estados de Estados Unidos y en Austria. Para resumir: en la eutanasia el médico participa activamente e inyecta por vía intravenosa los fármacos apropiados para que el ser humano enfermo fallezca. Quien muere no se percata del hecho, no sufre, sufren familiares y amigos. En el suicidio asistido el galeno provee al interesado los medicamentos orales para ser ingeridos cuando, donde quiera y acompañado por quienes lo deseen en el momento elegido. El proceso suele tardar más que en la eutanasia, pero la sedación obnubila los sentidos y el enfermo no sufre.

En México, la eutanasia y el suicidio asistido están prohibidos. Como en otros rubros vinculados con salud, a pesar de ser Morena, un movimiento de regeneración, de “izquierda” —¿qué significa hoy “izquierda”?—, progresista y anti neoliberal ―¿cuántas veces ha acusado López Obrador a sus antecesores de ser neoliberales?—, las escuetas discusiones promovidas por el gobierno sobre eutanasia nos remiten al medioevo. Los mottos, regeneración e izquierda, corazón de Morena, no se han hecho realidad. En el rubro eutanasia y suicidio asistido, los esfuerzos de algunos diputados han sido magros y mediocres. En octubre de 2023, doce diputados, de un total de 500, propusieron un decreto para regular los procedimientos. Desde entonces, ni una palabra, a pesar de que algunas encuestas indican que el 70% de la población está de acuerdo con legalizar la muerte digna.

Nuestros políticos deberían aprender de Ecuador: En febrero de 2024, la Corte Constitucional legalizó la eutanasia. El acicate partió de la solicitud de Paola Roldán, mujer de 42 años, víctima de esclerosis lateral amiotrófica, quien solicitó ayuda para morir con dignidad en repetidas ocasiones. La Corte, con siete votos a favor y dos en contra, decidió declarar la constitucionalidad del procedimiento.

Colombia y ahora Ecuador marcan el paso. En México se practica, sotto voce, la eutanasia clandestina. Quienes lo hacen corren riegos penales. Supongo que los encargados morenistas del rubro salud lo saben. La pregunta es la de siempre: ¿por qué no se manifiestan? No todo debe ser avalado por Andrés Manuel López Obrador.

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