Evo Morales rompe con Álvaro García Linera, su segundo en el Movimiento al Socialismo



“Una yunta de un buey negro y un buey blanco”. Con esta metáfora describía Evo Morales, cuando era presidente de Bolivia, su asociación con su vicepresidente Álvaro García Linera, quien fue el segundo hombre del Movimiento al Socialismo (MAS) desde 2006 hasta 2019, gracias a su relación cercana y complementaria con el primer mandatario. Hoy la “yunta” se ha roto de forma catastrófica. Morales ha descrito a García Linera como “un enemigo más” y le ha lanzado sus dardos más envenenados. Este declaró a EL PAÍS que tienen “diferencias estructurales sobre cómo darle continuidad al proceso” que dirigieron juntos.

Cada domingo, el expresidente es entrevistado por la radio Kawsachun Coca, propiedad de los campesinos cocaleros, a quienes lidera desde hace décadas. Suele hablar en contra del gobierno del presidente Luis Arce, con el que está en guerra frontal desde hace varios meses. Y a veces arremete personalmente contra los políticos que, según él, lo han “traicionado”. Respecto a García Linera, Morales afirmó que este “sabía [con anticipación] del golpe” de Estado que, en opinión del MAS, determinó la caída de ambos mandatarios en noviembre de 2019. También se extrañó de que, a diferencia de lo que pasó con su casa, que fue allanada, el domicilio del entonces vicepresidente fuera respetado por los manifestantes que actuaban violentamente en contra los principales jerarcas del MAS en los días en que este partido acababa de ser derrocado. El objetivo de su intervención fue mostrar una supuesta complicidad entre García Linera y las “fuerzas del imperio” que, según él, estuvieron detrás de la pérdida de su poder.

El político e intelectual ha respondido a “estas cosas chiquitas” con una pregunta: “¿Qué mayor lealtad pude tener si en 2019 renuncié a la posibilidad de ser presidente, ya que nadie pedía mi renuncia y podía haber reemplazado a Evo?”. El 10 de noviembre de 2019, García Linera voló con Morales a su bastión del Chapare para protegerse del motín policial que había estallado días antes en el país, allí renunció a su cargo al mismo tiempo que el presidente y, al día siguiente, ambos salieron al exilio, primero a México y luego a Argentina. La casa en la que había vivido hasta entonces, situada en un barrio acomodado de La Paz, sí fue asediada por un grupo de activistas, pero los vecinos impidieron que se saqueara.

García Linera se ganó la enemistad de Morales por no sumarse a la facción de este tras la escisión del MAS y por pedir que los jefes de ambas alas se hagan a un lado para permitir la candidatura, en las elecciones de 2025, de una figura nueva que pueda propiciar la unidad, pensando en el actual presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, de 35 años, que es indígena y dirigente cocalero. García Linera y el presidente Arce también se encuentran distanciados. No han hablado desde antes de que el segundo llegara al poder, a fines de 2020.

Antes de la explosión de Morales en contra suyo, el exvicepresidente boliviano, que actualmente se dedica a la docencia universitaria, había declarado a los medios de comunicación que “el MAS dividido perdería en primera vuelta” frente a la oposición, pese a que esta también se encuentra fragmentada. Dijo que, por diferentes razones, “los votos no le alcanzan” a ninguno de los dos líderes de su partido. Para evitar esta derrota, “que le dolería a la gente más humilde, porque volverían los que patean indios y quieren entregar las empresas bolivianas a los gringos”, propuso un acuerdo político en el que todos los bandos internos ganen y se asegure la continuidad de los cambios que vive el país desde hace casi dos décadas. “Se puede definir un futuro político del MAS en el que ambos [grupos] ganen un poco, pero ya no todo. Se puede hacer negociaciones, siempre y cuando no te mires el ombligo, sino mires al país y sus necesidades. Siempre hay una salida política viable, pero requiere grandeza; grandeza ante la historia y ante el momento actual”, declaró.

La repuesta de Morales fue durísima. De acuerdo su excolaborador, lo que los distancia “en el fondo” son diferentes concepciones sobre los problemas que enfrenta su movimiento y las formas de resolverlos. “Evo cree que es un problema administrativo. Que se arreglará si él preside el país en lugar de Arce. Yo creo que para preservar el proceso se necesita reformas en tres niveles: cambiar con radicalidad las estructuras económicas, nuevos discursos que entiendan lo que ha pasado en el país y lo representen, y renovación indígena de los liderazgos”, ha explicado a este periódico.

En estos días, los adherentes de Morales lo han elegido el “candidato único” de la izquierda. Por otra parte, Arce y sus seguidores están preparando el escenario para quedarse con el MAS en mayo en un congreso partidario que los incondicionales del otro bando califican de espurio. El Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) sentenció hace poco que ningún boliviano puede presidir el país más de dos veces, continuas o discontinuas, lo que impide la participación de Morales, quien ha sido presidente de Bolivia tres veces. La oposición ha acusado al TCP de haber fallado “a medida” de los intereses de Arce. Morales le niega legitimidad a esta sentencia constitucional y ha asegurado que estará presente en los comicios del próximo año. García Linera ha considerado que la inhabilitación del expresidente es “una canallada”, pero, al mismo tiempo, que, por mucho que proteste, Morales no podrá revertirla. “Por eso Evo debe tener un plan B”, ha opinado.

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